La ausencia del sindicalismo en prisiones está adquiriendo un nivel nunca antes visto en la vida laboral de los centros penitenciarios. Tras el anuncio del presidente del Gobierno de toda una batería de medidas de recortes, muchas de las cuales atacaban directamente al línea de flotación de nuestro forma de vida profesional y personal, los sindicalistas abordaron el proceso de elecciones sindicales, con un programa común, la descalificación del adversario, pero sin compromiso alguno de futuro para abordar la nueva situación.
Las grandes confederaciones organizaron movilizaciones virtuales y sus miembros en prisiones les secundaron, los sindicatos gremialistas trataron de lavar la cara lanzando la convocatoria de una procesión secular en Madrid, incluyendo un bono de terapia ante el Ministerio de Interior. Los demás, los que buscan abrirse un hueco en el mercado sindical, sacan papeles de verbo subido e hibernada práctica. Y las trabajadoras y trabajadores nos pasamos el día criticándoles en las cafeterías o en los módulos, demonizándoles y haciéndolos responsables de nuestra pasividad, pero si acertar a comprender la que se nos avecina.
Mientras tanto el deterioro institucional que se vive en los centros de trabajo es de un nivel de degradación cada vez más cutre e irrespirable, con directores convertidos en cónsules pretorianos, más ávidos de preparar su futuro ante la caída del Imperio que de la gestión del día a día.
La coartada del “no hay dinero” lo justifica todo, que los uniformes no se entreguen, lo hagan mal; que se recepcionen obras y servicios que no funcionan; que no contraten personal, que echen a los interinos, que no haya oferta de empleo, que se derroche en gastos superfluos, que se esté a puertas de perder la productividad y la acción social, que quieran quitar el transporte, etc.
Mientras tanto, los paganos, estamos solos en los módulos, no hay relevos para comer, pillar un noche es una lotería, no agreden, nos degradan profesionalmente, cuando estas enferma ya casi necesitas una dispensa papal para justificar, te denuncian por cumplir tus obligaciones, te abren expedientes porque no cumplen los mandos sus obligaciones y todo eso por menos dinero, y menos el próximo año, y menos aún el siguiente.
Es necesario decirles a nuestros sindicalistas que con la que está cayendo se les ha acabado el año sabático, que deben de cumplir con sus obligaciones o dimitir. Porque en contra de los que muchos promueven para permitir profundizar más en este estado de ruina en el que vivimos y que pagamos los más débiles de la cadena, en prisiones y fuera, en contra de ese pensamiento fácil, lo que hay que hacer es responsabilizar a nuestros sindicalistas y nuestros sindicatos que no pueden seguir mirando para otro lado.
Y para ello es urgente una profunda regeneración de nuestros sindicatos y nuestros sindicalistas hay que finalizar con la tendencia a convertirse en una casta ajena al mundo y las compañeros y compañeros que representan, y consiguientemente exige que seamos menos “parlanchines” y más participativos y reivindicativos. Sólo los afiliados podemos obligar a que se regeneren y democraticen las estructuras sindicales para que sirvan a su fin, y eso sólo cabe hacerlo desde dentro de los propios sindicatos.
Todo lo demás es ser cómplices del estado de abandono y derrumbe que nos acosa en los centros penitenciarios.