martes, 20 de septiembre de 2011

SILENCIO COMPLICE

La ausencia del sindicalismo en prisiones está adquiriendo un nivel nunca antes visto  en la vida laboral de los centros penitenciarios. Tras el anuncio del presidente del Gobierno de toda una batería de medidas de recortes, muchas de las cuales atacaban directamente al línea de flotación de nuestro forma de vida profesional y personal, los sindicalistas abordaron el proceso de elecciones sindicales, con un programa común, la descalificación del adversario, pero sin compromiso alguno de futuro para abordar la nueva situación.
Las grandes confederaciones organizaron movilizaciones virtuales y sus miembros en prisiones les secundaron, los sindicatos gremialistas trataron de lavar la cara lanzando la convocatoria de una procesión secular en Madrid, incluyendo un bono de terapia ante el Ministerio de Interior. Los demás, los que buscan abrirse un hueco en el mercado sindical, sacan papeles de verbo subido e hibernada práctica. Y las trabajadoras y trabajadores nos pasamos el día criticándoles en las cafeterías o en los módulos, demonizándoles y haciéndolos responsables de nuestra pasividad,  pero si acertar a comprender la que se nos avecina.
Mientras tanto el deterioro institucional que se vive en los centros de trabajo es de un nivel de degradación cada vez más cutre e irrespirable, con directores convertidos en cónsules pretorianos, más ávidos de preparar su futuro ante la caída del Imperio que de la gestión del día a día.
La coartada del “no hay dinero” lo justifica todo, que los uniformes no se entreguen, lo hagan mal; que se recepcionen obras y servicios que no funcionan; que no contraten personal, que echen a los interinos, que no haya oferta de empleo, que se derroche en gastos superfluos, que se esté a puertas de perder la productividad y la acción social, que quieran quitar el transporte, etc.
Mientras tanto, los paganos, estamos solos en los módulos, no hay relevos para comer, pillar un noche es una lotería, no agreden, nos degradan profesionalmente, cuando estas enferma ya casi necesitas una dispensa papal para justificar, te denuncian por cumplir tus obligaciones, te abren expedientes porque no cumplen los mandos sus obligaciones y todo eso por menos dinero, y menos el próximo año, y menos aún el siguiente.
Es necesario decirles a nuestros sindicalistas que con la que está cayendo se les ha acabado el año sabático, que deben de cumplir con sus obligaciones o dimitir. Porque en contra de los que muchos promueven para permitir profundizar más en este estado de ruina en el que vivimos y que pagamos los más débiles de la cadena, en prisiones y fuera, en contra de ese pensamiento fácil, lo que hay que hacer es responsabilizar a nuestros sindicalistas y nuestros sindicatos que no pueden seguir mirando para otro lado.
Y para ello es urgente una profunda regeneración de nuestros sindicatos y nuestros sindicalistas hay que finalizar con la tendencia a convertirse en una casta ajena al mundo y las compañeros y compañeros que representan, y consiguientemente exige que seamos menos “parlanchines” y más participativos y reivindicativos. Sólo los afiliados podemos obligar a que se regeneren y democraticen las estructuras sindicales para que sirvan a su fin, y eso sólo cabe hacerlo desde dentro de los propios sindicatos.
Todo lo demás es ser cómplices del estado de abandono y derrumbe que nos acosa en los centros penitenciarios.

viernes, 9 de septiembre de 2011

UNA DE LIBERADOS SINDICALES Y SUBVENCIONES

A ninguna se nos escapa que los sindicatos en éste país tras su brillante aportación y sacrificio para la instauración de la democracia  se ha ido deslizando hacia una “institucionalización” que ha ido difuminando las fronteras entre su geografía reivindicativa y luchadora y el espacio anodino del gestor de servicios, su transformación de organización de lucha en empresa de servicios ha creado una espacio para la desconfianza.
No menos cierto es que en el terreno de la realidad de los centros de trabajo se dan todo tipo de circunstancias “adversas” con la que las que la naturaleza humana toma forma, sindicalistas que se aprovechan personalmente de su situación, envidias y confrontaciones personales, descréditos desde la patronal, trabajadores que utilizan la sigla sindical en sus ambiciones o rencillas personales y un largo ectra. de circunstancias que desgastan y difuminan la propia labora del sindicato.
La crisis ha traído un exponencial crecimiento de los expedientes de regulación, de cierres de empresas, en definitiva miles y miles de trabajadoras y trabajadores son expulsados del mercado laboral. Estas situaciones son gestionadas por los sindicatos con un importante desgaste de su imagen y credibilidad.
Por otra parte el nuevo ciclo político a nivel internacional ha abierto las puertas a que ideologías de corte ultraconservador neoliberales se hagan con un importante espacio en la conciencia colectiva, incluidas amplias capas de población asalariada. Esta ideología enmarca en el eje de su estrategia el desmantelamiento sindical como paso necesario para dar rienda suelta a su vorágine en el asalto al Estado como benefactor a sus intereses políticos y económicos.
En la confluencia de estos parámetros no debe de extrañar que los sindicalistas y los sindicatos se hayan convertido en el chivo expiatorio de la creciente frustración social, al ser el elemento “institucional” más cercano y accesible.
Pero aún con los innumerables errores que los burocratizados e institucionalizados sindicatos han cometido, muchos de ellos consecuencia directa del nivel de atonía y falta de exigencia social de sus afiliados. Pues a pesar de estos errores el debilitamiento o la eliminación de los sindicatos representarían un golpe mortal a la capacidad de organización y defensa de trabajadores y clases populares y consecuentemente u mayor retroceso en sus condiciones de vida frente a la insaciable vorágine de los mercados financieros.
Los sindicatos representan en estos momentos en España la última frontera para salvar los muebles del desgastado Estado del Bienestar español, por esa razón no sorprende la campaña mediática de los medios propiedad de esos mercados financieros contra los sindicatos, lo sorprendente es el suicidio social que se genera entre las víctimas de estas políticas que gritan que quieren “más dolor” y jalean el desmantelamiento de los sindicatos. Sorprende más aún, cuando los liberados sindicales “institucionales” (es decir los que son por acuerdo entre las partes) el resto son horas sindicales fruto de la representatividad y elección democrática de cada sindicato) son un número reducido y hablar de subvenciones a los sindicatos es hablar del chocolate del loro de las subvenciones en el país. Más aún cuando la legislación española impone el derecho y el deber de representación de todos los trabajadores los sindicatos ESTE O NO ESTEN AFILIADOS, es decir un número muy importante de trabajadores y trabadoras se benefician de la actividad sindical sin contribuir al sostenimiento de su actividad.
Pero no creo que este ahí la razón de esta caza de brujas contra el sindicalista, basta echar un vistazo a otras instituciones, las patronales reciben muchas más subvenciones y nadie las cuestiona, la iglesia católica supera en más de 50 veces las subvenciones sindicales y miles de millones se reparten entre algunas decenas de presuntas ongs y fundaciones si apenas control. Y de liberados es mejor no hablar, porque los apóstoles de esta cruzada son los que más se caracterizan por colocar más liberados afines en sus gobiernos, como por ejemplo Esperanza Aguirre que cuenta con 1.521 asesores, (al margen de los puestos de confianza y libre designación entre el funcionariado). O la Junta de Andalucía que cuenta en iguales circunstancias 1.556 asesores. De alcaldes y ayuntamientos mejor ni hablar.
¿Entonces porque los sindicatos y los sindicalistas? Siendo los que menos participan de estos gastos en los presupuestos son los que sin duda mayor desgaste social tienen. Posiblemente estamos ante fenómenos de psicología social, la idea de que los que no tienen empleo, los que lo pierden, los que están en precario, los que están explotados, los que pierden su piso, lo que no pueden pagar su segunda residencia, los que han perdido sus pequeños ahorros en la bolsa, los jóvenes que no encuentran hueco en el paraíso, han hecho suya la idea de que ello es posible porque quienes les representan miran hacia otro lado porque son cómplices “comprados”
No menos cierto es que los sindicatos han promovido numerosas actuaciones contra este estado de cosas que provocan las crisis, pero con un seguimiento desigual y siempre con un sentimiento de derrota que ha impedido articular una respuesta social de entidad frente a los recortes y la pérdida de derechos. Esta falta de credibilidad social de los sindicatos es un hándicap de futuro muy importante que les debería de empujar con celeridad a reflexionar, y apoyar estrategias regeneradoras, de adaptación a una nueva realidad social y económica y con propuestas alternativas ilusionantes y incardinadas en su actividad real diaria que les hagan creíbles ante su base social