viernes, 22 de abril de 2016

¿PORQUE NO HAY UN PROGRAMA CONTRA LAS AGRESIONES AL PERSONAL DE PRISIONES?

La violencia en lugar de trabajo – sea física o psicológica - se ha convertido en un problema mundial que atraviesa las fronteras, los contextos de trabajo y los grupos profesionales. La violencia en el lugar de trabajo – que durante mucho tiempo ha sido una cuestión “olvidada” – ha adquirido una enorme importancia en los últimos años y en la actualidad es una preocupación prioritaria tanto en los países industrializados como en los países en desarrollo.

La violencia laboral afecta a la dignidad de millones de personas en todo el mundo. Es una importante fuente de desigualdad, discriminación, estigmatización y conflicto en el trabajo. Cada vez más, es un problema capital de derechos humanos. Al mismo tiempo, la violencia en el lugar de trabajo aparece como una amenaza grave, y a veces letal, contra la eficiencia y el éxito de las Organizaciones. La violencia causa perturbaciones inmediatas, y a veces perturbaciones de largo plazo, de las relaciones entre las personas, de la organización del trabajo y de todo el entorno laboral.

El Acuerdo Marco Europeo sobre Acoso y Violencia en el Trabajo de 2007, aspira a prevenir y, en caso necesario, gestionar problemas de intimidación, acoso sexual y violencia física en el lugar de trabajo. Este acuerdo condena toda forma de acoso y de violencia e insiste en la obligación que tienen los empresarios de proteger a los trabajadores contra tales situaciones.

Las Directrices multisectoriales para solucionar la violencia y el acoso de terceros relacionados con el trabajo fueron firmadas por FSESP, UNI-Europa, CSEE, HOSPEEM, CMRE, EFEE, EuroCommerce, CoESS, el 16 de julio de 2010, pretenden garantizar que en cada lugar de trabajo exista una política orientada a los resultados que aborde el tema de la violencia ejercida por terceros

Siguiendo a la NTP 489 es cierto que existe la creencia de que en ciertas ocupaciones es inherente a ellas la aceptación de un cierto grado de violencia como una parte misma del trabajo. Es decir, el trabajador asume el riesgo de sufrir actos violentos cuando acepta el trabajo (con lo que contribuye a que continúe la violencia). Esto puede llevar a pensar que no es necesario tomar ninguna medida preventiva

La evolución de las agresiones al personal penitenciario se incrementa exponencialmente en los últimos años, a pesar de una reducción significativa de los internos en las prisiones españolas, pasando de 323 agresiones físicas en el año 2008 con un 35,68% de agresiones sobre el total de accidentes en el medio penitenciario a 467 agresiones físicas en el 2014 (no hay memoria oficial del 2015 aun) con un 41,99 sobre los accidentes de Instituciones Penitenciarias. Estas cifras llevan la siniestralidad en Instituciones Penitenciarias a tasas muy superiores a las medias españolas o europeas con un siniestralidad del 5,22%.

Instituciones  Penitenciarias es un sector de la Administración del Estado donde la violencia contra los trabajadores tiene un carácter estructural, y donde desde los responsables de la Administración se ha institucionalizado la idea, que es un factor inherente a la propia naturaleza del trabajo y sobre el cual no cabe intervención preventiva.

La Administración Penitenciara ha sistematizado y protocolizado unos mecanismos de gestión ante las agresiones que excluyen en su integridad las obligaciones empresariales y los derechos del personal penitenciario reconocidos en la legislación de salud laboral

Conciben las agresiones como una parte integral de la actividad penitenciaria y no como un riesgo laboral que prevenir y evitar, como queda constatado en la investigación de los accidentes, todos aquellos que tienen origen en agresiones al personal no se permite su investigación por parte del servicio de prevención y se articula una investigación desde la seguridad y el orden regimental interno o de sus consecuencias penales, pero obviando predeterminadamente cualquier perspectiva de salud laboral, riesgos laboral y del derecho del trabajador a su salud y la obligación empresarial a su garantía en la actividad laboral. Esta perspectiva parece señalar que estas agresiones ya vienen consideradas y retribuidas por la propia naturaleza de la actividad, lo que contravienen toda legislación nacional y europea sobre riesgos laborales.

Al albur de la última campaña electoral el Gobierno recordó, tras cuatro años, que tenía la obligación de la negociación colectiva y trato de aprovecharla como un elemento más de su propaganda electoral.

Para ello, además de otras diversas cuestiones, puso sobre la mesa la negociación con los sindicatos representados en la Mesa de Negociación de la Administración General del Estado una propuesta de un Procedimiento contra la Violencia en el Trabajo dentro de la Administración General del Estado.

En dicho documento la única línea roja existente es que no podría estar Instituciones Penitenciaras, presuntamente porque así lo había exigido el Ministerio de Interior a través de sus gestores penitenciarios.

Tras el pertinente teatrillo temporal que estas cuestiones llevan implícitas en su liturgia de vestir con un cierto decoro de presunta negociación las reuniones, la Administración decide que necesita acuerdos firmados para presentarse en la campaña electoral como paladín de la negociación y del dialogo social y exige la firma de su documento, donde incluye una cortina de humo respecto a la situación de prisiones y la violencia en el trabajo, que recogía literalmente (sic) que habría una reunión en menos de seis meses para “ver” si prisiones necesitaba un plan contra las agresiones, pero que quedaba excluida del plan de la Administración General del Estado.

Con esa grosera redacción referida a las agresiones que cientos de trabajadores y trabajadoras de prisiones padecen cada año, CSIF y UGT se muestran satisfechos y conformes, firmando el acuerdo que excluye, salvo oficinas, a prisiones del Protocolo Contra la Violencia en el Trabajo.

Por otra parte CCOO y CIG lo rechazan, mientras que USO-acaip no está presente por no alcanzar la representación exigida y por tanto no se pronuncia.

Obviamente en la reunión que se convoca para “ver” si hace falta un plan contra las agresiones la Administración Penitenciaria lo zanja en 10 minutos, afirmando con rotundidad que no hace falta y no hay más que hablar, con lo que ya cumplen con lo que firmaron como coartada CSIF y UGT para dejar fuera prisiones de la protección contra las agresiones al personal penitenciario.

Obviamente como no puede ser de otro modo, las agresiones han continuado, porque las razones que provocan las agresiones no se han abordado, todos conocemos la mayoría de las causas: aumento de la población penal con patologías psiquiátricas, reducción y envejecimiento de las plantillas, falta de actuaciones frente a la agresión, problemas de clasificación, falta de medidas jurídicas, y psicológicas con las víctimas.

Y frente a que continua el incremento de agresiones al personal de prisiones, resulta paradójico a la par que esperpéntico contemplar la actitud y el compromiso de los representantes de los trabajadores.

De los que apoyaron dejar fuera a prisiones del programa contra la violencia en el trabajo, tenemos por un lado CSIF que en un ejercicio de cinismo sindical reclama en los centros un programa contra las agresiones cuando sus dirigentes en la mesa de negociación votaron en contra de que prisiones estuviera en ese programa contra las agresiones. Al margen del cinismo, es como si los delegados en los centros tratan de lavar su cara de los actos de sus propios dirigentes centrales, pero sin cuestionar ni interna ni externamente las consecuencias que su firma tuvo para las agresiones al personal en las cárceles.

Por otro lado, el otro avalista del Gobierno, UGT guarda un sepulcral silencio, roto por algún leve gemido local perdido.

De los que se opusieron al Gobierno y a excluir prisiones del plan contra la violencia en el trabajo. CCOO manifiesta una mayor actividad y beligerancia con el asunto, pero es un sindicato que no cuenta con los apoyos suficientes de las plantillas en Instituciones Penitenciarias y que por lo tanto su actividad queda perdida sin el efecto de concienciación entre los funcionarios, en la superestructura de mesas de negociación y otras ámbitos institucionales, donde si demuestra un importante compromiso contra la violencia en el trabajo en prisiones.

Por su parte la nacionalista CIG tiene un ámbito de actividad muy circunscrito a Galicia y además sus peculiaridades organizativas hacen que dependen algún posicionamiento esporádico al ámbito de algún centro donde cuenta con delegados más activos.

Mención aparte es la de USO-acaip  que aunque no cuenta con presencia en la Mesa de Negociación por carecer del 10% de representatividad, si es cierto que es el sindicato con más apoyo en prisiones. Curiosamente ese apoyo mayoritario no se ha tenido una correlación a la hora de actuar sindicalmente contra las agresiones, no pasando de algún comunicado en los centros donde se producen agresiones, pero manteniendo una pasividad frente a las agresiones a los funcionarios de prisiones que resulta en la más benévola de las definiciones paradójica.

Socialmente, laboralmente, legalmente no es posible seguir mirando hacia otro lado frente al grave problema que la pandemia de agresiones al personal penitenciario representa, hay que rechazar que sea una consecuencia, una necesidad o algo inherente al propio trabajo, porque eso está cuestionado científicamente en todo el mundo y solo es un pretexto para quienes pretenden que la situación siga igual.

No se puede aceptar el mercenario argumento que la violencia en el trabajo está dentro de la nómina, ningún trabajador, ningún funcionario, tiene porque ser agredido o tener un accidente por el mero hecho de trabajar. Vincular las agresiones o los accidentes laborales a la cuantía de la nómina es delictivo.

Hace falta, es urgente, acabar con esta pandemia, hay alternativas en directivas europeas, notas técnicas o propuestas sindicales y se puede explorar muchas otras, pero no es asumible que centenares de funcionarios y funcionarias sean agredidos cada año por trabajar en la prisión.

A la hora de buscar soluciones no estaría de más un papel más independiente, más profesional y más activo del servicio de Prevención propio de Instituciones Penitenciarias, que hasta la fecha está ausente y no se le espera frente a los accidentes laborales fruto de agresiones al personal.

Es necesario reclamar además una intervención más comprometida de la Inspección de Trabajo frente a esta sangría que se incrementa exponencialmente.

No cabe ningún espacio para la ingenuidad como para pretender que los responsables de prisiones que miran permanentemente para otro lado ante esta situación durante años, tomen un papel activo ahora para solucionarla. El abordaje del problema debe de pasar por una intervención seria y decidida de Función Pública, si el Ministerio del Interior les deja claro.

De todas las maneras el principal agente del cambio frente a las agresiones tiene que ser el funcionario o la funcionaria de prisiones, que tiene que asumir su responsabilidad para defender su salud, su integridad física y moral, exigiendo a todos los agentes anteriores, en primer lugar a sus representantes sindicales, medidas activas e inmediatas para que se cumpla la ley y su actividad profesional tenga la prevención y protección exigidas.
La celebración el próximo 28 de abril del día mundial de la seguridad y la salud sería un buen momento para invertir este proceso de degradación que padece el personal penitenciario

Las agresiones al personal de prisiones tiene soluciones, dejar que centenares de trabajadores sigan siendo agredidos cada año es una inmoralidad no aceptable en una sociedad moderna.