A pesar de ser más numerosos los seguidores
Wells que los de la problemáticas profesionales de las cárceles. No abordaremos
esta entrada del blog como las posibilidades de una nueva guerra de los mundos
en el entorno penitenciario, tampoco nos referiremos a la más verosímil
posibilidad de que muchos de los actores penitenciarios tengan comportamientos robóticos
y estandarizados profesionalizados.
Hoy abro una reflexión acerca de qué
modo y en qué medida puede la revolución tecnológica y los procesos de inteligencia artificial
inherentes afectar al mundo de las prisiones desde el plano de lo laboral.
Tal y como previene la
colaboración de investigación europea en Seguridad y salud ocupacional (PEROSH)
en uno de sus trabajos de posicionamiento conjuntamente con la EU-OSHA un
cambio significativo tendrá lugar sobre la manera en que entendemos el mundo
del trabajo, teniendo como resultado una transición gradual desde formas de
trabajo y tiempo relativamente estandarizadas en las organizaciones hasta
formas más complejas y diversificadas de entornos de trabajo y distribución de
la jornada laboral. (PEROSH, The changing world of work and OSH, 2015
Dictamen del Comité Económico y
Social Europeo sobre «Los efectos de la digitalización sobre el sector de los
servicios y el empleo en el marco de las transformaciones industriales»
establece algunos elementos para la reflexión del impacto que las nuevas tecnologías tienen
ya en el mundo del trabajo.
La digitalización transforma todos los segmentos de la
sociedad y la economía y, por lo tanto, incide lógicamente también en el
trabajo y el empleo. La tecnología puede aumentar la riqueza hasta niveles sin
precedentes y potenciar la calidad del trabajo y el empleo en Europa. No
obstante, estas oportunidades conllevan riesgos, algo que resulta evidente en
todos los sectores económicos, incluido el sector de servicios privados.
Con el fin de contrarrestar el aumento de las desigualdades
de renta ocasionadas en parte por la digitalización, debería potenciarse la
negociación colectiva en todos los niveles, en especial también en los sectores
y en las empresas que se ven afectados por la digitalización. Esto puede
garantizar que las nuevas formas de organización digitalizada del trabajo
mejoren, en lugar de deteriorar, la calidad del trabajo.
Se está produciendo una disminución en la demanda de
trabajadores de cualificación media y elevada, que se espera que caiga aún más
en un futuro próximo. Según diversas estimaciones, aproximadamente el 50 %
de los empleos actuales corren el riesgo de ser sustituidos por la tecnología
digital en los próximos veinte años.
Un sector de servicios digitalizados crea una fuerte demanda
de mano de obra capaz de cumplir tareas intensivas en conocimiento, especialmente
en servicios de índole profesional y técnica como los que, por ejemplo,
gestionan las redes informáticas. Las tareas efectuadas por estos profesionales
suelen llevarse a cabo a distancia y en cualquier momento por medio de
dispositivos móviles digitales.
Los elementos que pone sobre la
mesa la revolución tecnológica son dicotómicos, por un lado elevara la
productividad de un modo exponencial, el desarrollo de potencial tecnológica se
extenderá en cualquier esfera de la vida y democratizara el acceso a la información
y el conocimiento.
Pero al mismo tiempo con el actual
modelo de organización del trabajo y de la estructura social generara niveles
de desocupación (el paro estructural y la precarización actual se explican en buena
medida en esta revolución) difíciles de sostener sin cambios estructurales o
graves conflictos sociales. No predican que al igual que en otras revoluciones tecnológicas
el empleo destruido será temporal y que la nueva tecnológica generara nuevas bolsas
de empleo. Pero lo cierto es que ninguna revolución anterior genero un cambio
exponencial tan brutal del modelo productivo y de su propia organización. Para
conseguir ese espacio para el mundo del trabajo hay que abordar un cambio
profundo de los tiempos y organización del trabajo y del papel del Estado como
redistribuidor de la riqueza. El empleo sin derechos, deslocalizado y más
precario es el nuevo tipo de trabajo que se esta generando.
Pero no solo el lugar del trabajo
queda en entredicho, la intimidad o la sacrosanta individualidad salta por los
aires pues la tecnología e la comunicación accede a cualquier espacio vital en
nuestro quehacer diario, no solo por nuestra presencia y relación con las
redes, sino por mecanismos de control privado y público que nos tienen
permanentemente analizados en nuestras preferencias, nuestras conductas,
actitudes o gustos.
Y por otra parte estos cambios revolucionarios
entrañan el afloramiento de nuevos riesgos de salud que no pueden ser
controlados y prevenidos con los actuales mecanismos normativos y legales, el
acoso laboral o personal, la intimidación, la violencia de todo tipo, o los
riesgos de estar permanentemente a disposición del trabajo cuestionan nuestra
propia salud.
Quien haya tenido la paciencia de
leer hasta aquí se preguntará pero que tendrá
que ver todo esto con las cárceles y el personal penitenciario, si somos funcionarios
del Estado y por lo tanto con el puesto de trabajo “asegurado” y además la cárcel
se trabaja con personas y están encerradas por lo que siempre tendrá que haber
personal para hacerse cargo de todo el funcionamiento de lo que representa una
prisión.
Lamentablemente las certeza en
tiempos de cambio no existen y esperar que todo continúe plácidamente con “pequeñas
disfunciones y falta de confort profesional” es tener verdadera fe en que el
mundo, la vida y el trabajo por tanto nunca cambia.
Cualquiera que lleve algunos años
trabajando en prisiones debería de ser consciente de los profundos cambios que
se han producido, los primeros por el cambio de modelo penitenciario propiciado
por el encuadramiento constitucional del modelo penitenciario, pero toros
mucho, y no menores, por la aplicación de la tecnología al mundo carcelario.
Los sistemas de seguridad están prácticamente
automatizados y solo requieren la supervisión física del personal ante una
incidencia. El tratamiento de la información ha permitido sistematizar la administración,
la gestión, el mantenimiento o el tratamiento. La videoconferencia permite
declaraciones o visitas médicas online desde la propia prisión. Los sistemas de
redes permiten los controles telemáticos y así un largas ectra. de cambios que
se han producido de un modo imperceptible pero imparable a pesar de las
profundas tendencias conservadoras que la gestión de lo penitenciario tiene.
Pensemos por un momento que
cambios pueden devenir en un tiempo no demasiado lejano, con esta revolución de
la inteligencia artificial, muchos de estos cambios son ya posibles hoy. Un
chip fijado al interno puede determinar cuándo puede salir de su celda,
desplazarse a sus actividades o recibir información, sin ningún tipo de
contacto con personal penitenciario. Si, evidentemente puede negarse, alterar
el orden, ecrtra, pero también el propio chip puede tener programado a través de su fijación
mecanismos coercitivos para evitar esas situaciones no deseadas.
Por otra parte la figura de
robots guardianes es ya una realidad en la prisión de Pohan en Corea del Sur donde cumplen medidas
auxiliares de vigilancia. “su trabajo
consiste en no tomar medidas contra los reclusos violentos. Son asistentes.
Cuando se encuentra con un preso que está amenazando contra su propia vida o
con una enfermedad grave, puede obtener ayuda rápidamente“ Obviamente el
paso para programarlos para otras funciones de vigilancia, como la reducción de
internos es un problema más ético que tecnológico.
Pero no solamente en el ámbito de
la vigilancia se puede insertar tecnología robótica y de inteligencia artificial,
el tratamiento se puede estandarizar cibernéticamente para que la interacción del
interno se pueda realizar en cualquier momento, y facilitar la información social
que precise, la situación jurídica, o las opciones de reinserción, deportivas o
laborales a las que puede acceder.
Es evidente que he expuesto unas
pinceladas de un posible cambio de nuestra realidad profesional que puede
parecer ciencia ficción, pero que solo busca provocar la reflexión y le debate
sobre algo que tal vez se esté alejando de la ficción más rápido de lo que
nuestro pensamiento y actitud se adapta a la realidad.
La más que posible descapitalización
humana del “sistema productivo penitenciario” abre el debate a cuestiones de carácter
ético sobre cómo se desarrollara el derecho a la reinserción sin el factor
humano, y por supuesto abre importantes interrogantes sobre la cantidad y la
calidad del empleo en instituciones penitenciarias.
El grupo de reflexión Bruegel calcula que los Estados
miembros de la UE corren el peligro de perder entre un 40 % y un 60 %
del empleo en los próximos veinte años como consecuencia de la automatización
que ocasiona la digitalización. Por añadidura, parece que en la era
digital, al contrario de lo que ocurrió en fases precedentes del desarrollo
industrial, los beneficios globales para la economía en términos de
productividad ya no se traducen directamente en un crecimiento del empleo.
Por consiguiente, siguen existiendo dudas de que una economía plenamente
digitalizada genere la suficiente demanda de mano de obra para compensar las
pérdidas de empleo que se calculan que producirá la automatización de los
servicios. Por otra parte, en toda Europa sigue habiendo una discrepancia entre
las cualificaciones disponibles y las que se requieren, y es difícil hacer
predicciones al respecto.
El fuerte incremento de las modalidades atípicas de empleo
ocasionado por la digitalización implica que una parte cada vez mayor de la
mano de obra dejará de contribuir y de beneficiarse de los sistemas
establecidos de seguridad social, como los subsidios de desempleo, la sanidad
pública y los seguros de pensiones. En algunos Estados miembros, este punto ha
sido ya objeto de debate entre los interlocutores sociales y el gobierno.
Además de un descenso en los niveles generales de empleo, esta evolución puede
erosionar los ingresos y, por lo tanto, la eficacia global de los regímenes
fiscales y de los sistemas de bienestar social, que se basan en unos ingresos
generados principalmente a través de los impuestos y gravámenes sobre la renta,
así como de los sistemas de cotización de empresarios y asalariados y que, por
lo tanto, dependen de unos niveles elevados de empleo convencional.
Sé que la perspectiva corporativista
trata de situarnos en una isla aislada del resto de la realidad laboral y
social de nuestro entorno, pero esa perspectiva egoísta y pueblerina ha
fracasado en el mundo de la globalidad de las relaciones sociales y económicas.
Nuestro pedigrí identitario carcelero no servirá como escudo ante los cambios
sobre los que se incide y decide en despachos muy alejados de las prisiones,
por ello además de reflexionar y trabajar en construir alternativas, es necesario
tener voz en esos espacios donde se van a tratar estas materias, si queremos decir
algo sobre nuestro futuro personal y laboral.