Cuando las palabras, los gestos,
las condenas, se reiteran en los medios, en las autopistas de las redes
sociales, en los comentarios de lo cotidiano. Se gastan, quedan vacías,
cascarones viejos recién nacidos que navegan hacia los mares del “nunca jamás”.
Las agresiones al personal
penitenciario son de esas cosas que se pierden entre las rutinas de los
titulares y el vacío de las condenas. Son hechos que sirven para rellenar un
instante de algún becario periodístico o satisfacer el narcisismo de algún
delegado sindical, pero que no trasciende más allá de la palabra vacía y hueca.
El personal de prisiones tiene
por naturaleza una herencia de denostación o en el mejor de los casos de
displicente indiferencia social. Es difícil, inclusos tras muchos años, borrar
la ignominia del pasado, pero más difícil aun es que las gentes se miren en el
espejo de las prisiones, porque ven qué sociedad han construido. Las prisiones
son oscuros eclipses que tapamos con nuestro dedo para no ver nuestra propia
alma, y como todas las cosas oscuras de “la familia” son del tipo de cosas de
las que es de mal gusto hablar entre las gentes de “bien”.
Por eso las agresiones al
personal penitenciario no pasan de ser algo natural en un muy natural mundo de
sordidez y opacidad, del que mejor no hablar ni conocer, alcanza con citarlo,
con etiquetarlo, pero que la luz no traspase los muros y las concertinas.
Las prisiones españolas, no
tienen nada que ver con la sordidez del pasado ni con los centros de vacaciones, que según al interés de cada quien se califican, nada que ver con espacios de ocio ni con “rambos”
justicieros con su taser x26 en la cintura. El sistema penitenciario español tiene
profundas carencias, serias necesidades, pero sin lugar a dudas, es una institución
madura y moderna, es un sistema garantista, controlado socialmente y que se
puede calificar sin caer en la exageración como uno de los más avanzados y
eficaces del mundo.
Por ello, que el personal
penitenciario sea agredido cada día, física, psicológica y verbalmente ante la
indiferencia de quienes gestionan la institución penitenciaria, no deja de ser
una profunda anomalía que no encuentra justificación en ninguna
causa primigenia de la naturaleza de la prisión.
Evolución anual e las agresiones en Instituciones Penitenciarias
((fuente: http://www.sae.fsc.ccoo.es/noticia:228978--CCOO_exige_al_Gobierno_soluciones_a_la_violencia_en_el_trabajo_en_la_Administracion_General_del_Estado#
Las causas de las agresiones al
personal penitenciario son multifactoriales, siempre hay quien pretende pescar
en río revuelto, y trata de señalar la que más conviene a sus intereses particulares.
Pero lo cierto, está suficientemente evaluado, es que las causas son múltiples,
todas estructurales con la gestión del modelo penitenciario. No cabe duda que
contar con un 25% de patología mentales encerradas en una prisión es un factor,
que la falta de expectativa vital en sus codenas para determinados presos es
otra, que no haya personal es un factor desencadenante, que la perdida de
libertad nos inadapta y rebela a todos
es otra.
Pero que en solo cinco años se
hayan duplicado las agresiones físicas al personal penitenciario, cuando son
las mismas leyes, los mismos mecanismos, eso sí menos plantilla, ello denota
que las agresiones tienen un componente aglutinador de todas (y otras) de las
causas citadas, y es que se han instalado como un riesgo laboral dentro de la
actividad del personal penitenciario.
Y frente a un riesgo laboral, los
gestores adalides de la indiferencia, tratan de sacar del punto de mira su
propia responsabilidad y ponen el acento en la necesidad de incrementar los
medios punitivos; en responsabilizar al personal agredido por su “falta de
profesionalidad”. En definitiva en la indecencia de no asumir las
responsabilidades propias y con igual indecencia transferirla a las víctimas.
Por eso el Gobierno ha aprobado
un plan contra las agresiones en prisiones que no trata de atajar las
agresiones al personal, solo como responsabilizarlo de que se le agreda, y como
salvar la cara de esos gestores que miran a otra parte y de paso aprovechar
para hacerle un rato de publicidad a un Gobierno que ha alzado los muros de las
prisiones para que no entre la salud laboral y los derechos fundamentales para
el personal penitenciario.
Porque de eso se trata en esencia
el problema de las agresiones, de que el Gobierno y sus gestores centran todas
sus energías en que la Salud Laboral, la prevención de Riesgos laborales, no
entre realmente en las prisiones, que sea un epígrafe nominativo, pero que no tenga
contenido de prevención alguno.
Evolución de las agresiones cada 100 internos
(fuente: http://www.sae.fsc.ccoo.es/noticia:228978--CCOO_exige_al_Gobierno_soluciones_a_la_violencia_en_el_trabajo_en_la_Administracion_General_del_Estado#
Si hay prevención de riesgos
laborales en las prisiones, como mandata la ley, española y europea, representaría
que el personal penitenciario intervendrá en gestionar la protección de su vida
y su salud, y eso es un reto que no puede asumir la estructura del ordeno y
mando sobre la que se sostienen las relaciones laborales en Instituciones
Penitenciarias.
Por todo eso, y algo más, también es indecente apoyar a un Gobierno que
prima la propaganda frente a la protección, que defiende a la incompetencia
frente a los agredidos, es indecente decirle al Parlamento que hay un
plan contra las agresiones en prisiones cuando las agresiones e multiplican a
diario. Definitivamente es una burla a la soberanía popular y al mandato
emanado para que se protegiese al personal penitenciario
Tanto UGT, como CSIF apoyan al
Gobierno y su plan de propaganda, deberían de explicarlo, hasta el momento solo
han sacado soflamas para justificarse, promesas de lo que cambiaran más
adelante, apoyan y firman para ver que pueden apoyar y firmar más adelante.
Definitivamente no valoran mucho la inteligencia del personal de prisiones cuando solo venden más promesas.
Es urgente explicar porque se
renuncia a proteger al personal penitenciario por parte de los que dicen
defenderlo, y es urgente explicarlo de un modo transparente, convincente y
adulto, porque seguro que el personal penitenciario formado en un 70% por
personas con formación universitaria seguro que les entenderían si sus argumentos
se manifestasen desde la verdad y el respeto a las plantillas de los centros
penitenciarios
La indecente rutina de las
agresiones al personal en las prisiones, continuara, porque ni las soflamas, ni
los panfletos, ni las justificaciones, ni la propaganda pueden tapar la
indecente rutina de que se agreda al personal penitenciario todos los días con
la complicidad e indiferencia de los de siempre.
La indecente rutina solo se
romperá cuando los agredidos, los vilipendiados, los olvidados, den un paso al
frente, muestren su rostro y digan basta, exijan su derecho a la integridad
personal, su derecho a la salud laboral, su derecho a la prevención de riesgos.
Su derecho en definitiva a que también
a ellos se les proteja con la Ley de Prevención, sin pretextos o coartadas de
excepcionalidad no demostrada nunca en 21 años de existencia de la Ley.
Solo entonces, la indecencia de
las agresiones dejara de ser la normalidad y el respeto a la Ley y a la
prevención llenaran las palabras vacías de hoy hasta convertirlas en un grito
de dignidad.