jueves, 20 de julio de 2017

EN LA MADRIGUERA DEL SECTOR PENITENCIARIO. O COMO REGALAR LOS DERECHOS CONQUISTADOS

Cuando el estío reseca meninges y ahoga la respiración, llegan las ensoñaciones y las ansias de conquista de territorios trillados por el abandono y el olvido. Y es con ésta canícula como de nuevo llega lo viejo, cual culebrilla veraniega, y de nuevo al personal de las prisiones se nos promete el maná de la sectorización como paraíso hacia el que caminar por el desierto del desprecio y la pérdida de derechos.

La franquicia de Uso en prisiones, Acaip, ha vuelto, otra vez, a poner sobre el tapete el afiche del sector para prisiones, en torno al cual se parapetan y justifican para  combatir a la vez que, despreciar la unidad sindical y a todos aquellos, organizados en sindicatos o no,  que no les sigan en su nueva huida hacia ningún lado envueltos en su riestra choricera a donar sangre.

El sector se ha convertido en un fetiche para amenizar la soledad de las ideas, sobre todo cuando quien lo propone tiene entre alcanfor un fondo de armario con gran surtido de “ideas y propuestas” acordes a cada necesidad, no las precisas del colectivo, sino la de quienes dirigen la franquicia. Son un sindicato eólico, se mueven al son del cierzo, tramontana, o del terral según conveniencia

Es la misma organización que “solo” era para el personal de vigilancia, y que sin mayores rubores ni teóricos ni de coherencia se fueron extendiendo al vaivén del día, a los hasta entonces denostados de oficinas, área mixta, sanitarios, hasta los siempre estigmatizados de tratamiento. El voto es el voto, hasta crearon un sindicato de laborales, con efímero y triste paso por la Institución. Son los mismos que ridiculizaban en sus panfletos faltones la pertenencia al Ministerio de Justicia, al que dicen querer volver. Eran solo de vigilancia, eran solo de prisiones, hasta que se hicieron franquicia de USO y tuvieron reconocimiento de sindicato institucional, asaltaron las mesas de negociación de la Administración General del Estado y les faltaron peldaños para llegar a la ansiada “cogestión”.

El oportunismo cateto se caracteriza por tratar de sugestionar al colectivo de que sus “necesidades” son las propias del colectivo, un ejemplo identitario de estas características lo tenemos con el mediático nacionalismo e independentismo, donde sus intereses de partido los presentan como los propios de la nación, cuando realmente los interés de esa nomenclatura son opuestos a los de la mayoría que tratan (y a veces logran)  de seducir.

En el caso de prisiones la demanda del sector, estatuto y demás eufemismos para engaño de incautos se trasviste de mejoras y demandas “históricas” tras las que se ocultan las verdaderas intenciones.

Nos dicen, nos dirán, nos sugestionaran con consignas tan machaconas como vacías. Nos encontramos que nuestros salarios serian mejores si solo se negociaran en prisiones. Nos dirán que tendremos más derechos si solo se cocina en la calle Alcala. Que somos especiales y diferentes que no vale la legislación general para nosotros… y así un continuo de ilusionantes propuestas para alcanzar el paraíso laboral en prisiones.

La verdad, si animo de extendernos de momento, habrá ocasión de hablar de las regulaciones especiales para colectivos de empleados públicos y sobre sus consecuencias, es necesario resaltar que cualquier demanda del colectivo penitenciario se puede regular con la normativa actual, prueba de ello son los horarios especiales o la segunda actividad por citar alguna referencia.

Es decir no hace falta atar al colectivo con regulaciones estrechas y especiales para conseguir derechos y defender los que se tienen, hace falta tener más respeto por los que se representa y después de ocho años de cómplice silencio con la administración penitenciaria más retrograda y funesta de la historia decirle al personal, que han tenido “una idea”. En definitiva hace falta pelear más los derechos, buscar alianzas con los demás, movilizar y explicar al personal, solo hace falta más sindicalismo. Porque la retribución, los derechos, el empleo dependen de un único lugar, el Gobierno al que hay que obligarle a negociar, para lo que ser más débiles, no parece lo más inteligente.

Los estatutos, regulaciones específicas, sectorización solo se dan cuando son útiles al Gobierno de turno, se venden como una modernización y un avance laboral, pero tras el primer momento muestran su verdadero rostro.

Son regulaciones que limitan derechos al personal y por lo tanto hacen más fuertes, prepotentes y autoritarios a los gestores (imaginar eso en prisiones, viendo como esta hoy el tema sin regulación especial), todos los días el SUP o la AUGC nos lo recuerdan, donde los principios legales más básicos los tienen que pelear porque están permanentemente en cuestión.

El Estatuto, la Sectorización, implica que decisiones del departamento, dentro de los parámetros dictado por el Gobierno y la Administración de turno, se gestionan a conveniencia del gestor, que determinara ratios de personal, productividades, días libres lo más restringidos posibles para hacer méritos respecto a quienes mandan de verdad.

El sector es poner un mero intermediario para  que se nos recorte y apriete en nuestros derechos a las órdenes del Gobierno, ¿porque renunciar a negociar con quien decide, el Gobierno y hacerlo con su señor feudal?

Las experiencias en esta regresión  que se le ha ocurrido a Acaip como original propuesta, son evidentes, por ejemplo, la AEAT ha perdido más del doble de personal que nosotros, tienen una carrera profesional acordada hace siglos y no se la aplican y además no tienen donde recurrir. Correos, se ha convertido en una empresa privada, con miles de puestos de trabajo perdidos, reducción de sus condiciones laborales. Sin ir a otros lados, tenemos el OATP lo han convertido en una empresa privada dedicada a obtener beneficio, todo ello con el sospechoso silencio de Acaip.
Es una gran mentira afirmar que las regulaciones específicas amplían derechos y mejorar las relaciones laborales, es justamente al contrario, sobran los ejemplos.

En el caso de prisiones estaríamos hablando de una potenciación de la privatización extendiéndola más con el pretexto de la falta de personal. La privatización no implica, como ridículamente algunos manifiestan, echar a nadie, implica que no entra personal público, que las condiciones del personal público “compiten” con las del privado con la consiguiente pérdida de derechos y retribuciones y que por supuesto el servicio “publico” se orienta hacia la rentabilidad y no la prestación de servicios universales a la ciudadanía.

En definitiva la sectorización implica inexorablemente pérdida de derechos laborales, privatización, precariedad y menores retribuciones. ¿Por qué se insiste tanto en ello entonces?
Se insiste porque lo que realmente están pidiendo no son mejoras para el colectivo, tras la cortina de humo de la sectorización solo hay intereses particulares de la nomenclatura sindical de la franquicia de Uso. El sector generaría más delegados sindicales, lo que significaría tener más liberados, más horas sindicales, más gentes para hacer clientelismo y cubrir las vergüenzas del Gobierno como los últimos ocho años.



No nos preguntaremos si este escenario le interesa al Sr. Yuste, el de tener un colectivo laboral atado de pies y manos, representado por treinta monedas en la mesa de negociación y entronizado como Caesar, es el sueño de cualquier gestor. Aunque las cosas de los presupuestos del dieciocho con el pago del peaje, al siempre necesario nacionalismo vasco, en monedas talegüeras le pone en mal lugar para seguir.

La añoranza de Uso en prisiones por tiempos pasados ha llevado a abrir el archivo histórico, para sacar viejas consignas y nuevos dirigentes de ese pasado, que sustituyen al Presidente que mantenía la paz social. Pero no se alarmen, la vicisitudes palaciegas no implican cambio de rumbo, solo cambian las formas, parecer más radicales para acabar en el mismo sitio, sosteniendo políticas de recortes y perdidas de derechos.

En definitiva este “procés” a la castellana por independizar al personal penitenciario de sus derechos laborales a través del “estatut propio” para prisiones está condenado al mismo fin en  que su hermano político en Cataluña, volver al archivo de la historia. Porque hoy, más que nunca, son necesarios los procesos de unidad para ser más fuertes y defendernos mejor de los siguientes recortes que el neoliberalismo impondrá en la Administración y en Instituciones Penitenciarias.

Ni miles de delegados, ni miles de horas sindicales, ni miles de liberados justifican regalar los derechos del personal a el Sr. Yuste con una sectorización o estatuto.

Deberían de pensar en ello desde la nomenclatura de Uso prisiones y del precio que están dispuestos a pagar entre el personal por este regalo a la Administración, y que se ahorren los golpes en el pecho y el “no sabían”, el cinismo no cuenta como opción explicativa.