Cuando el estío reseca meninges y
ahoga la respiración, llegan las ensoñaciones y las ansias de conquista de territorios
trillados por el abandono y el olvido. Y es con ésta canícula como de nuevo
llega lo viejo, cual culebrilla veraniega, y
de nuevo al personal de las prisiones se nos promete el maná de la sectorización
como paraíso hacia el que caminar por el desierto del desprecio y la pérdida de
derechos.
La franquicia de Uso en prisiones,
Acaip, ha vuelto, otra vez, a poner sobre el tapete el afiche del sector para
prisiones, en torno al cual se parapetan
y justifican para combatir a la vez que,
despreciar la unidad sindical y a todos aquellos, organizados en sindicatos o
no, que no les sigan en su nueva
huida hacia ningún lado envueltos en su riestra choricera a donar sangre.
El sector se ha convertido en un
fetiche para amenizar la soledad de las ideas, sobre todo cuando quien lo
propone tiene entre alcanfor un fondo de armario con gran surtido de “ideas y
propuestas” acordes a cada necesidad, no las precisas del colectivo, sino la de
quienes dirigen la franquicia. Son un
sindicato eólico, se mueven al son del cierzo, tramontana, o del terral según conveniencia
Es la misma organización que “solo”
era para el personal de vigilancia, y que sin mayores rubores ni teóricos ni de
coherencia se fueron extendiendo al vaivén del día, a los hasta entonces denostados
de oficinas, área mixta, sanitarios, hasta los siempre estigmatizados de
tratamiento. El voto es el voto, hasta crearon un sindicato de laborales, con efímero
y triste paso por la Institución. Son los mismos que ridiculizaban en sus
panfletos faltones la pertenencia al Ministerio de Justicia, al que dicen
querer volver. Eran solo de vigilancia, eran solo de prisiones, hasta que se hicieron
franquicia de USO y tuvieron reconocimiento de sindicato institucional, asaltaron
las mesas de negociación de la Administración General del Estado y les faltaron
peldaños para llegar a la ansiada “cogestión”.
El oportunismo cateto se caracteriza por tratar de sugestionar al
colectivo de que sus “necesidades” son las propias del colectivo, un
ejemplo identitario de estas características lo tenemos con el mediático nacionalismo
e independentismo, donde sus intereses de partido los presentan como los
propios de la nación, cuando realmente los interés de esa nomenclatura son opuestos
a los de la mayoría que tratan (y a veces logran) de seducir.
En el caso de prisiones la demanda del sector, estatuto y demás eufemismos
para engaño de incautos se trasviste de mejoras y demandas “históricas” tras
las que se ocultan las verdaderas intenciones.
Nos dicen, nos dirán, nos sugestionaran
con consignas tan machaconas como vacías. Nos encontramos que nuestros salarios
serian mejores si solo se negociaran en prisiones. Nos dirán que tendremos más
derechos si solo se cocina en la calle Alcala. Que somos especiales y
diferentes que no vale la legislación general para nosotros… y así un continuo
de ilusionantes propuestas para alcanzar el paraíso laboral en prisiones.
La verdad, si animo de
extendernos de momento, habrá ocasión de hablar de las regulaciones especiales
para colectivos de empleados públicos y sobre sus consecuencias, es necesario resaltar que cualquier demanda
del colectivo penitenciario se puede regular con la normativa actual,
prueba de ello son los horarios especiales o la segunda actividad por citar
alguna referencia.
Es decir no hace falta atar al colectivo con regulaciones estrechas y especiales
para conseguir derechos y defender los que se tienen, hace falta tener más
respeto por los que se representa y después de ocho años de cómplice silencio
con la administración penitenciaria más retrograda y funesta de la historia
decirle al personal, que han tenido “una idea”. En definitiva hace falta pelear más los derechos, buscar
alianzas con los demás, movilizar y explicar al personal, solo hace falta más
sindicalismo. Porque la retribución,
los derechos, el empleo dependen de un único lugar, el Gobierno al que hay que
obligarle a negociar, para lo que ser más débiles, no parece lo más
inteligente.
Los estatutos, regulaciones específicas, sectorización solo se dan
cuando son útiles al Gobierno de turno, se venden como una modernización y un
avance laboral, pero tras el primer momento muestran su verdadero rostro.
Son regulaciones que limitan derechos al personal y por lo tanto hacen más
fuertes, prepotentes y autoritarios a los gestores (imaginar eso en
prisiones, viendo como esta hoy el tema sin regulación especial), todos los días
el SUP o la AUGC nos lo recuerdan, donde los principios legales más básicos los
tienen que pelear porque están permanentemente en cuestión.
El Estatuto, la Sectorización, implica
que decisiones del departamento, dentro de los parámetros dictado por el
Gobierno y la Administración de turno, se gestionan a conveniencia del gestor,
que determinara ratios de personal, productividades, días libres lo más
restringidos posibles para hacer méritos respecto a quienes mandan de verdad.
El sector es poner un mero intermediario para que se nos recorte y apriete en nuestros
derechos a las órdenes del Gobierno, ¿porque renunciar a negociar con quien
decide, el Gobierno y hacerlo con su señor feudal?
Las experiencias en esta
regresión que se le ha ocurrido a Acaip
como original propuesta, son evidentes, por ejemplo, la AEAT ha perdido más del
doble de personal que nosotros, tienen una carrera profesional acordada hace
siglos y no se la aplican y además no tienen donde recurrir. Correos, se ha
convertido en una empresa privada, con miles de puestos de trabajo perdidos, reducción
de sus condiciones laborales. Sin ir a otros lados, tenemos el OATP lo han
convertido en una empresa privada dedicada a obtener beneficio, todo ello con
el sospechoso silencio de Acaip.
Es una gran mentira afirmar que las regulaciones específicas amplían
derechos y mejorar las relaciones laborales, es justamente al contrario, sobran
los ejemplos.
En el caso de prisiones estaríamos
hablando de una potenciación de la privatización extendiéndola más con el
pretexto de la falta de personal. La privatización no implica, como ridículamente
algunos manifiestan, echar a nadie, implica que no entra personal público, que
las condiciones del personal público “compiten” con las del privado con la
consiguiente pérdida de derechos y retribuciones y que por supuesto el servicio
“publico” se orienta hacia la rentabilidad y no la prestación de servicios
universales a la ciudadanía.
En definitiva la sectorización implica inexorablemente pérdida de
derechos laborales, privatización, precariedad y menores retribuciones. ¿Por
qué se insiste tanto en ello entonces?
Se insiste porque lo que realmente están pidiendo no son mejoras para
el colectivo, tras la cortina de humo de la sectorización solo hay intereses particulares
de la nomenclatura sindical de la franquicia de Uso. El sector generaría más delegados
sindicales, lo que significaría tener más liberados, más horas sindicales, más
gentes para hacer clientelismo y cubrir las vergüenzas del Gobierno como los últimos
ocho años.
No nos preguntaremos si este
escenario le interesa al Sr. Yuste, el de tener un colectivo laboral atado de
pies y manos, representado por treinta monedas en la mesa de negociación y entronizado
como Caesar, es el sueño de cualquier gestor. Aunque las cosas de los
presupuestos del dieciocho con el pago del peaje, al siempre necesario
nacionalismo vasco, en monedas talegüeras le pone en mal lugar para seguir.
La añoranza de Uso en prisiones
por tiempos pasados ha llevado a abrir el archivo histórico, para sacar viejas
consignas y nuevos dirigentes de ese pasado, que sustituyen al Presidente que mantenía
la paz social. Pero no se alarmen, la vicisitudes palaciegas no implican cambio
de rumbo, solo cambian las formas, parecer más radicales para acabar en el
mismo sitio, sosteniendo políticas de recortes y perdidas de derechos.
En definitiva este “procés” a la castellana por independizar al
personal penitenciario de sus derechos laborales a través del “estatut propio”
para prisiones está condenado al mismo fin en que su hermano político en Cataluña, volver al
archivo de la historia. Porque hoy, más que nunca, son necesarios los procesos
de unidad para ser más fuertes y defendernos mejor de los siguientes recortes
que el neoliberalismo impondrá en la Administración y en Instituciones Penitenciarias.
Ni miles de delegados, ni miles de horas sindicales, ni miles de liberados
justifican regalar los derechos del personal a el Sr. Yuste con una sectorización
o estatuto.
Deberían de pensar en ello desde la nomenclatura de Uso prisiones y del
precio que están dispuestos a pagar entre el personal por este regalo a la Administración,
y que se ahorren los golpes en el pecho y el “no sabían”, el cinismo no cuenta
como opción explicativa.