Que los sindicatos repiten con
cansina insistencia a los funcionarios de prisiones, su mantra acerca de lo mal
que están las cosas en Instituciones Penitenciarias no es ninguna novedad,
vemos diariamente que quienes firman dejarnos sin protección frente a las
agresiones sacan notas quejándose de ellas; o aquellos que denuncian que faltan
miles de plazas y no tiemblan en dejarnos sin ellas y firman acuerdos con la
Administración para reducir plazas del C1 y ampliarlas al C2. Es decir,
asistimos a un baile de confusión donde nos tratan al personal como menores de
edad, a los que se les puede manipular con cualquier baratija que brille.
Pero realmente, ¿qué cosas
estamos haciendo, para que esa realidad tan dramática que se dibuja en los
panfletos sindicales cambie?, para que cambie nuestra paupérrima realidad
laboral como personal público en las prisiones. Y digo hacemos, porque de las
debilidades de los sindicatos también somos responsables las que estamos
afiliadas a ellos.
Ciertamente no hay demasiadas
cosas por las que brindar, más allá del teatrillo rococó y pestilente con el
que nos obsequian nuestros representantes enfrentándose entre sí y acusando a
los demás de lo que ellos no hacen.
Nuestra realidad laboral ha
sufrido un importante retroceso en los últimos años, muy importante por
tratarse de un servicio público especialmente sensible, con las libertades y
los derechos fundamentales en juego. Aunque tampoco seamos cínicos, hay
colectivos que han sufrido las garras de la crisis con más rabia que nosotras,
hasta extremos de ser expulsados de los estándares occidentales de la supervivencia.
Pero si es cierto, que hemos
perdido derechos, hemos perdido mucho poder adquisitivo, casi un 18% desde que
Zapatero nos cosió los zapatos de nuestras nóminas, la falta de personal además
del aumento de la carga de trabajo, tiene mucho que ver con las agresiones, que
están estratosféricas, básicamente porque nadie tiene interés en prevenirlas, y
piensan siempre a corto plazo, en réditos políticos o titulares de prensa, que
se pagan con la sangre de funcionarios y funcionarias agredidos.
Todo este panorama de atonía
general, de conformismo entre las plantillas, del ordeno y mando de una
Administración tan incompetente como autoritaria, de la confrontación sindical,
del agujero negro de nuestros derechos, parecía que se iba a invertir cuando el
11 de enero se alcanzó un acuerdo entre Acaip, Csif Ccoo y Ugt, que representan
el 100% de la mesa de negociación. Era un acuerdo de mínimos, cierto, faltaban
muchas cosas, cierto, pero era el único acuerdo posible, el único acuerdo en
decenios con todas las siglas firmando.
Pero el gozo y la esperanza
duraron poco, el determinismo de la historia sindical de prisiones se impuso de
nuevo al día siguiente, Csif desautoriza a su representante, el responsable del
sector de la AGE y comienza a maniobrar para dinamitar el acuerdo desde dentro,
convocando movilizaciones para otros fines utilizando la manifestación unitaria
de prisiones.
Es cierto que ello no
representaba nada nuevo, pues hasta el 10 habían maniobrado y presionado a las
otras organziaciones para marginar a Acaip de cualquier movilización o
negociación, pero todas nos creímos que había cambiado algo, que habían
aprendido y que le unidad respecto a
mínimos era posible.
Pero lo cierto es que la
dependencia del Gobierno del PP de Csif lo presentaba como quinta columna en
cualquier tipo de movilización reivindicativa frente al mismo, tal vez eso
explique su firma del acuerdo, pensaban poder dominarlo desde dentro y aliviar
la presión que la incompetencia del equipo directivo de prisiones recibía. Csif
prefirió seguir a las órdenes de Yuste que ser un instrumento reivindicativo
útil para el personal penitenciario.
Para ello se doto de una política
sindical extremista, para tratar de presentar a sus adversarios sindicales como
débiles y poco reivindicativos, recupero la equiparación con Cataluña como
bandera, a la que había renunciado el 11E, se llenó la boca de unidad después
de romperla de un modo bastante rastrero, para acabar hoy presentándose como
una víctima de la incomprensión de la mayoría, en definitiva, todo un ejercicio
de cinismo sindical y manipulación política.
Las otras tres organizaciones que
respetaron el acuerdo del 11E se constituyeron en Mayoría Sindical e impulsaron
y organizaron importantes movilizaciones, la del 24F, en los centros, el encadenamiento
ante SGIP, explicación a políticos, propuestas parlamentarias y una larga
cadena de iniciativas que pus el problema de prisiones en la primera plana de
la comunicación y que ayudo a desperezarse a sectores del colectivo
penitenciario.
Y todo esto fue posible gracias a
una nueva dinámica sindical de Acaip, ésta organización llevaba muchos años
anquilosada como gestora servicios para afiliados, a la sombra de algunas
promesas que la Administración les había hecho, pero si construir ninguna alternativa
para enfrentar el deterioro de la institución penitenciaria.
Acaip como sindicato
presidencialista, tiene dinámicas muy personalistas que arcan su acervo a la
hora de construir discurso y comprometerse con las necesidades del colectivo. Y
se produjo un hecho importante que explica ese cambio de dinámica, la
sustitución del anterior presidente por otro nuevo.
El acceso del Sr. Pascual a la
presidencia de Acaip marca un reverdecimiento reivindicativo para esta
organización, con una apuesta personal y singular muy importante, la de
visualizar la necesidad de aliar el musculo organizativo de ACAIP con la
capacidad institucional y representativa de las grandes organizaciones
confederales, CCOO y UGT.
Es cierto que ese presidente
recibe muchas críticas del establishment sindical y penitenciario, que ha
cometido errores de cálculo en su política sindical, pero no menos cierto es
que sin su decisión de empujar la movilización en la defensa del colectivo,
nada de lo que se hizo hubiera sido posible. Y no vale es la cobardía de tratar
de utilizar las acusaciones de quienes lo querían eliminar porque confrontaba
realmente con las políticas regresivas penitenciarias como un demerito, cuando
en realidad esas acusaciones son un valor para su compromiso personal y su
defensa de las demandas del colectivo, siempre que se cuestiona el orden
establecido, la reacción no se hace esperar, menos en un aparato del Estado, de
máxima seguridad como son las prisiones.
La mayoría sindical es un valor
en sí mismo, porque tiene la capacidad de la movilización y de la representatividad
necesaria para alcanzar las reivindicaciones que se necesitan para salir de la
situación institucional que padece el personal de instituciones penitenciarias.
El cambio de Gobierno obligo a
que las movilizaciones fueran suspendidas para poder tener una interlocución y
una negociación con los nuevos gestores de la Administración, es un momento que
posibilita más cambios en el mundo sindical de prisiones que tendrán sin duda
incidencia en el desarrollo de la capacidad de presión del colectivo
penitenciario.
Aun a pesar de que objetivamente
se produjo un frenazo de la presión, se desarrollaron dos movilizaciones
interesantes con un importante nivel de seguimiento, la del 2 de agosto contra
las agresiones y la de Sevilla del 1 de septiembre, que demuestran que la
fórmula de la mayoría sindical tiene capacidad en la calle para mantener la
presión, y que por tanto tiene la exigencia de trasladar esa presión de la
calle a la mesa de negociación.
Pero esa certeza objetiva,
contrasta con las interrogantes que se abren respecto a que se va a hacer
frente a una Administración “muy bien hablada” pero que no resuelve la
problemática de fondo y se dedica a tirar balones fuera, dar largas y no
resolver nada, la inseguridad presupuestaria marca la agenda.
Probablemente, mucho de lo que
suceda a partir de ahora tendrá que ver con la “suavización“ del empuje
movilizador que tenía Acaip hasta mayo y que sin duda guarda relación con hitos
de carácter político, el primero de ello el retorno del anterior presidente del
sindicato, que fue quien lo dirigió durante todos los años de sindicalismo
pasivo. Y también como no puede ser de otro modo, por tener nuevos
interlocutores con nuevas dinámicas en la Administración
Por otra parte, es público que
existen movimientos para tratar de modificar el mapa representativo sindical en
la Administración General del Estado, y en los cuales Acaip está especialmente
implicado, y que se debate actualmente entre CCOO y UGT para una fusión o
alianza electoral.
En este aspecto no son menores
los temores que se tienen en el PSOE y en el Ministerio de Interior a una
alianza entre el musculo de Acaip y la política de confrontación de CCOO, por
lo que se les ha lanzado un mensaje claro a la dirección de Acaip, de aliarse
con alguien debe de ser con UGT, que es un sindicato más de Gobierno, mas
“útil” y para obtener algún acuerdo en prisiones esa alianza debe de
materializarse de una forma satisfactoria para no generar inestabilidad en las
prisiones con demandas “exageradas”.
Por ello, en contra de lo que
circula en redes, la fusión de Acaip, independientemente de lo que piensen sus
delegados, será al final con UGT, y eso tiene implicaciones directas sobre la
movilización y la presión frente a la SGIP. UGT, al igual que CSIF con el
anterior Gobierno, no quiere poner en dificultades a los “suyos”, al Gobierno
de Sánchez y dentro de la mayoría sindical defiende posiciones conciliadoras y
de desmovilización. Si UGT definitivamente
absorbe a Acaip, esas posiciones serán las que triunfen en la mayoría sindical.
Esto explica las movilizaciones
de perfil bajo que dicen tener para este mes, con concentraciones en un par o
tres centros, pero sin generar disfunciones de una presión real, ni disputar la
fuerza a la Administración dentro de los centros de trabajo, son movilizaciones
“escaparate” para aparecer en alguna nota de prensa, pero no para poner en
dificultades al Ministerio con el que parece han sellado ya la paz social.
Claramente la tendencia de la
mayoría sindical parece dirigirse a un sindicalismo de conciliación, con una
negociación de trastienda, UGT busca obtener un acuerdo de cara a las EESS del
año próximo que les refuerce en su fusión con Acaip, el Gobierno, el Partido y
la Administración echaran una mano en esa dirección, pero será un acuerdo que no va alcanzar ni de
lejos las expectativas generadas en el colectivo, y que por supuesto no
pivotara sobre la eliminación de las diferencias salariales, sino sobre una
subida salarial en varios años y sin que el personal pueda visualizar las
contrapartidas que deberán de abonar para el mismo (que se desarrollarán en
grupos de trabajo durante la vigencia del acuerdo), por ejemplo modificaciones
de fondo en la segunda actividad.
Además, no se puede perder de
vista las garantías que pueda ofrecer el Gobierno a ese acuerdo, toda vez que
la aritmética parlamentaria no le acompaña, y las triquiñuelas parlamentarias
hace difícil las modificaciones de calado que exigen sus socios. No tener presupuestos
debería de estar contemplado en cualquier tipo de acuerdo, y contemplar las
pertinentes garantías frente a la falta de presupuesto.
El camino hacia la paz social en
prisiones está abierto por la hegemonía a favor del mismo que representan UGT y
Acaip, y la paz social no traerá soluciones a los déficits estructurales de la
institución, y se habrá desaprovechado otra vez una posibilidad de cambiar
prisiones, de que se avance en su modernización y en el reconocimiento de su
plantilla, es la derrota de la movilización frente al sindicalismo de despacho.
¿Y los demás actores sindicales,
tienen algo que decir en este contexto?
El más importante por el volumen
de su representatividad y afiliación que es Csif, no está ni se le espera, es
un sindicato de Gobierno y solo trabaja para desgastar al actual Gobierno y que
regresen los “suyos” por lo tanto solo hará postureo también, como su famoso
encierro organizado por la propia Subdirección de Personal con la anterior
Administración.
Los de CCOO tienen las declaraciones
más consistentes con las demandas del 11E y expresan su intención de pelearlas.
Otra cosa es su musculo, que no tiene capacidad por si sola de generar
movilización de envergadura en prisiones. Queda por ver si es capaz de
aglutinar el descontento ante la vuelta a la "normalidad" y, sobre todo, si su papel de
representatividad e institucional va a seguir al servicio de una mayoría
sindical entregada electoralmente a UGT y su fusión con Acaip, y que obviamente esta dirigida
principalmente contra ellos.
APFP después de 15 años de existencia
como sindicato, sigue jugando a lo de del nuevo sindicato, con mucha literatura,
pero ningún acto real, tratando de recoger los cabreados con las dinámicas
institucionales y siendo un sindicato satélite de las decisiones que adopta
Csif. No acaban de ubicarse en la realidad sindical, su estrategia les deja
fuera permanentemente de los ámbitos de decisión y eso les hace innecesarios.
Todo dependerá si son capaces de cambiar en su aproximación al mundo sindical.
Finalmente están los
“antisistema” de prisiones sin presencia real en los centros, llegaron para
regenerarlo todo y hoy están jugando a ser altavoces de los partidos de extrema
derecha en las redes, sus posiciones extremistas e infantiloides les sitúa fuera de toda posibilidad de
intervención más allá de la pura retórica en redes de profesionales del cabreo.
Nos encontramos por tanto en una contradicción entre la necesidad de cambios estructurales y profundos en las
relaciones laborales, en las condiciones de trabajo, en la estructura de la
Administración Penitenciaria y las alternativas dominantes, las de lo políticamente correcto, que es construir la paz social sobre unos parches que acallen las exigencias
actuales y desanimen al personal de iniciar otras nuevas.
En esa dialéctica entre
movilización y paz social, la última palabra la tenemos las trabajadoras y los
trabajadores de prisiones, si las demandas responden a necesidades reales
tenemos la responsabilidad de movernos y exigir que se aborden, cada cual en su
ámbito sindical (los delegados los elegimos los afiliados, no elijamos delegados
dóciles al poder del sindicato, sino respetuosos al poder de los afiliados) y la respuesta debe sentirse en todos en los
centros. Si no, todo quedara en abstractas y débiles reivindicaciones de mejoras sin necesidades de
cambio reales, todo seguirá igual, con alguna limosna que posiblemente financiaremos nosotras
a costa de amortizar plazas vacantes y por lo tanto precarizar más nuestro
trabajo.
Nosotras decidimos si hay
movilización o nos resignamos a que todo siga igual los próximos años bajo el
imperio de la paz social