Un imparable tsunami “informativo”
asalta las retinas y oídos de millones de españoles para llenar nuestras mentes
con el COVID-19, "bichito" asiático que por otra parte no despertó el menor interés
hasta los últimos días, mientras campaba a sus anchas a miles de kilómetros
confinando a decenas de millones de personas y parando la fábrica del mundo.
Esta falta de interés no es ajena
a los responsables del ministerio del Interior y de la Secretaria General de Instituciones
Penitenciarias, donde la palabra prevención encuentra difícil acomodo y por lo
tanto no hay nunca tiempo para políticas para prisiones que anticipen los acontecimientos.
El mundo carcelario suele estar
gobernado por personal que no encuentra fácil acomodo en la carrera de la Administración
en otros ámbitos, por lo tanto nos encontramos con un personal directivo
desganado, desmotivado y poco formado para las demandas altamente exigentes y muy
especializadas que se producen en las prisiones.
El coronavirus ha sido una enseñanza
muy notable acerca de la calidad de gestión que padece la Institución Penitenciaria,
a pesar de las demandas por parte de diferentes actores sociales, para planificar como se perseveraban las prisiones
frente a la pandemia, el silencio, la arrogancia y la suficiencia impidieron
valorar el estado del problema y por supuesto tener un mínimo de respuesta para
cuando se presentase.
El mundo carcelario, es un mundo
singular desde una perspectiva de salud pública, es una organización cerrada, estructurada
jerárquicamente y con normas muy estáticas. Tiene un volumen elevado de población
reclusa inmunodeprimida y por supuesto unas plantillas muy envejecidas con una
población laboral por encima de los sesenta años muy numerosa.
Es decir las prisiones son
probablemente uno de los ámbitos de riesgo más elevado y vulnerable ante una
pandemia de tan intensa tasa de contagio y morbilidad para los grupos de riesgo.
Y por supuesto, porque las
prisiones no son entes galácticos, sino parte de la sociedad, el “bicho” se presentó
en la cárcel y se encentro cómodo contaminando trabajadores y reclusos. Ahora
si, ya lo tenemos dentro y los gestores toman conciencia que tienen un problema,
y lo peor de todo, un problema que puede mover sus sillones.
Si de sillones se trata, hay que
tomar alguna medida, y a ser posible licuarla en el marco de las relaciones
laborales, por ello convocan a los sindicatos, a una mesa de prevención que incumple
las propias normas de la administración, llevando sin reunirse muchos meses por
encima de lo establecido y que ya había sido solicitada para tratar el problema
del coronavirus un mes y medio antes.
La salud laboral es una patata
caliente para la administración penitenciaria, les gustaría tener mejor un
instrumento más adecuado a las características
y actitudes de gestión imperantes, un reglamento del “ordeno y mando” por ejemplo,
por eso tanto interés en sacar la Ley de prevención de las cárceles, como ya hicieron
con el PEAFA con lamentables consecuencias para el personal penitenciario,
que es agredido físicamente diariamente.
En una sociedad moderna con una Administración
diligente no se hubiera esperado a sentir al palpitar de los sillones, se
hubiera agilizado medidas y compromisos de dialogo para desarrollarlas colectivamente.
Frente al dialogo y la
negociación, la Administración Penitenciaria cuando se esfuerza, escucha, más
por falta de ideas e iniciativa que por interés, desecha las que buscan garantizar
la prevención, la anticipación antes los conflictos dentro de las prisiones, o
ante la falta de sanidad penitenciaria y dicen que lo tiene todo bajo control.
Ya escuchó a los trabajadores, ahora toca seguir haciendo lo mismo que desde que
se inició a crisis, indolencia, lentitud, incapacidad…
Las consecuencias de este modelo
de gestión ya son una realidad, no habrá que esperar a que se supere la crisis
de salud pública, y deseamos que lo haga sin haber convertido en un reservorio
de resistencia del virus a las cárceles españolas, las consecuencias se miden
hoy y, las pagan los mismos de siempre, los sacrificados trabajadores y
trabajadoras penitenciarias.
En estos momentos de este sábado expectante
a si el Consejo de Ministros nos recluye a todos en casa, bueno a todos no, a los
trabajadores penitenciario seguirán dando la cara (como nuestros compañeros y
compañeros de la sanidad pública que hacen patria y país salvando vidas a pesar
de todos los recortes que sufren de los apóstoles del neoliberalismo que
traspasan los recursos a la privada para que haga caja) por un servicio público
esencial y salvaguardando la integridad y la salud de los reclusos a pesar de
que se nos niegue los más elementales medios que las ley nos otorga.
A pesar de todos los esfuerzos, para
que hoy miles de familiares comunicaran en condiciones de seguridad para su
salud, los gestores penitenciarios han sido incapaces de sacar unas normas básicas
para que garanticen algo tan esencial, solo les dio tiempo para una nota de
prensa sobre las bondades de sus decisiones.
En estos momentos las
comunicaciones de los centros penitenciarios españoles están hacinadas, sin
ninguna garantía contra el coronavirus, cierran todos los lugares de concentración
de personas, y las cárceles las llenan de más gente en menos espacio y sin
ninguna medida de seguridad.
Olvidados y solos, como siempre,
el personal penitenciario trata de ordenar un caos desbordado, y lo hace a
pesar de que muchos centros penitenciarios se les ha negado los equipos de protección
individual, poniendo en riesgo su salud y no pudiendo evitar poner en riesgo la
de otros si alguien está enfermo. La desvergüenza va más lejos, cuando hay directores
que se arrogan con el derecho de quitar los equipos de protección que se compraron
los trabajadores para no enfermar, directores medievales que deciden quien
tiene derecho a la salud y quien no.
Ya está la rabia, llego la
indignación, vendrán las denuncias, pero lo más cierto de todo es que hoy nada
ha impedido al COVID-19 poder “comunicar” en muchas de las prisiones del Ministerio
del Interior, porque nadie con responsabilidad para decidir considero que era necesario
poner medidas de prevención.
Que quienes piensan y deciden tengan
un buen fin de semana, para que más “frescos” puedan acertar algo más en la
semana que comienza que lo hicieron en esta, ya que será más dura aun que esta.