No cabe duda que la irrupción del COVID19 fue una sorpresa
general, pues parecía que era un cuento chino y no se tomó demasiado en serio
por parte de la mayoría de los actores sociales con responsabilidad para
intervenir en una crisis de estas dimensiones.
Con lo que mientras tanto, el virus se extendía, sin
distinguir ni de pasaportes ni de clases sociales. En el caso de prisiones no
es menos cierto que cuando el virus se manifestó en Europa, allá por Enero, si hubo quienes solicitaron a la Secretaria General de Instituciones
Penitenciarias la necesidad de preparar
programas de prevención para proteger al personal penitenciario y a la
población reclusa frente a la pandemia, y que como es habitual, el Secretario
General desestimo porque sabía “certeramente” que no era necesario.
Mientras tanto, en el "mundo oscuro" entre el personal
penitenciario, seguían construyendo su realidad paralela, a base de "memes",
abrazos de campaña electoral e insultos, muchos insultos para todos quienes no
estuvieran de acuerdo con su radicalidad y extremismo, en su universo irreal el
avatar supremo promete y promete, cosas que luego exige que los demás se lo cumplan.
El infantilismo de niño mal criado, la arrogancia del que
tiene su confortable estómago atendido, el pataleo de las ínfulas de caprichos
insatisfechos, son cuestiones que se pueden intentar entender, que no
justificar, en el siempre tan hispano quiero y no puedo.
Lo que ya no tiene ni justificación, ni explicación, por muy
radícales y extremistas que quieran ser estas gentes del mundo oscuro, es la
permanente descalificación, la cacería del que no piensa como ellos, el
arrogarse totalitariamente el derecho a la verdad y hacer todo ello por la vía del
insulto, las amenazas y la intimidación, con la mentira como el hilo conductor
para canalizar odio y generar el máximo de confusión posible.
El virus del odio, de la oscuridad y la confusión ha
encontrado un fiel aliado en el COVID19, miles de boots, de cuentas falsas y
esclavos virtuales, se esmeran en propagar un mensaje construido sobre la
mentira, el odio y la manipulación de la realidad para crear miedo, necesitan
crear mucho miedo para vendernos “su” seguridad, la seguridad de quedarse sin
derechos, de la democracia mutilada. Las élites quieren aprovechar el covid19
para limitar derechos, limitar democracia y tener a la población cautiva de sus
intereses para que se incremente su acumulación insolidaria.
En prisiones no somos ajenos a esa realidad que la mayor
crisis de la historia reciente ha propiciado, y las noticias falsas, la
fabulación, la generación de falsas expectativas, el radicalismo en la mentira
forman parte de la degradación del mensaje del odio.
Este mensaje en estos momentos (ya lo hicieron antes) se
centra en una furibundo ataque contra los sindicalistas, por “insolidarios”
frente al COVID19, y esta campaña de propaganda, que no es una reflexión o
fruto del conocimiento de la realidad, y solamente responde a un cumplimiento de las consignas que reciben
desde el exterior, de sus partidos de cabecera,
para que colaboren en tratar de debilitar al sindicalismo y los derechos
que éste protege, al igual que lo vienen haciendo en el resto de sectores
productivos.
¿Por qué es importante debilitar al sindicalismo? Por la
misma razón que nacieron como antisistema extremistas contra las relaciones
laborales democráticas, son los mismos que prometían del brazo de políticos sin
escrúpulos subidas de sueldo de humo, los que auguraban cambios legales para
prisiones que no eran más que burda propaganda, o el reconocimiento tan
necesario de agente de la autoridad (han vuelto con esto sin ningún apoyo y
total esterilidad, para parar el COVID dicen, como si fuera un EPIs más, siendo
sólo un desvarío más).
De todo lo que han prometido solo han cumplido una cosa,
dividir a las plantillas para fortalecer a Ortiz, que hace su publirreportaje
en Alhaurín, y también el insulto diario a los sindicalistas, como si no estuvieran
trabajando y se hubieran ido de vacaciones a alguna villa dorada en Marbella.
Los sindicalistas, siguen trabajando, y lo hacen en las cosas
más esenciales, la primera de todas luchando para proteger la salud de todo el
personal penitenciario, presentando propuestas en la Comisión Técnica de
Prevención y Salud Laboral de Instituciones Penitenciarias, que se adelantaron antes
de la proclamación del estado de alarma a todo lo que está sucediendo en
prisiones.
Están negociando, presionando, y consiguiendo cambios
sustanciales en las condiciones de trabajo de la mayoría de los centros de la
Secretaria General de Instituciones Penitenciaras, con turnos alternos,
compartimentación estanca, retenes de trabajo, teletrabajo y una batería de
medidas para lograr minimizar los contactos en el medio penitenciario, y con
ello el riesgo de contagio.
Y como las cosas no se están haciendo bien a pesar de los
avances citados, como por ejemplo con los EPIs para personal de contacto estrecho,
test, participación de delegados de prevención, también están trabajando en
denunciar los hechos a la Autoridad Laboral, en los medios de comunicación, en
los Tribunales o en la Fiscalía.
Y además se está prestando asesoramiento personal a cada
compañero o compañera afectada para que no tenga mermado ningún derecho y se garantice
su salud laboral. Defendiendo a los colectivos de vulnerables de Instituciones
Penitenciarias
Defendiendo el servicio público penitenciario, el imperio de
la Ley y la salvaguarda de la salud de la población reclusa.
Y frente a esta actividad tenemos a los que reparten
mascarillas de trapo, expresamente prohibidas por la OMS para prisiones en su
guía del 15 de marzo del 2020 y que no pierden ocasión de seguir mintiendo e
insultando a los que trabajan por la salud y la protección del colectivo
penitenciario.
Ante la hecatombe económica que se aproxima, cuando hayamos
ganado la batalla de la vida y la salud, los sindicatos seguirán siendo
imprescindibles, porque son los que con su actividad constitucional garantizan
los derechos de todas y todos los
trabajadores.
Si el sindicalismo no estuviera trabajando como lo está
haciendo ahora mismo en prisiones, los contagios se hubieran disparado, los
conflictos en las prisiones serian incontrolados y la situación general seria
de extrema gravedad, cosa que afortunadamente no es así.
Por más que siempre haya quien defienda que cuanto peor mejor, pero para ellos y para quienes los apoyan, que casualmente son los mismos que luchan para quitar salarios, para quitar derechos o para que desaparezca la sanidad pública, que es la verdadera heroína de esta crisis, y eliminar todos los servicios públicos que son la garantía frente al COVID19, y todos los retos sociales que debamos de afrontar.
Por más que siempre haya quien defienda que cuanto peor mejor, pero para ellos y para quienes los apoyan, que casualmente son los mismos que luchan para quitar salarios, para quitar derechos o para que desaparezca la sanidad pública, que es la verdadera heroína de esta crisis, y eliminar todos los servicios públicos que son la garantía frente al COVID19, y todos los retos sociales que debamos de afrontar.
La única forma de salir de este cataclismo sanitario y social
es sumar voluntades y esfuerzos, desde el entendimiento de todas las fuerzas
sociales y políticas de la sociedad española, no desde el conflicto, la
violencia verbal o la descalificación que deteriora la convivencia y lo único
que hace es introducir odio, desmoralización y miedo.
No puede haber más indolencia o contemplación con quienes
sustenten el odio y la degradación social, en prisiones tampoco