Ya hace cinco largos años que, desde Alhaurín, entre bailes tribales y campings reivindicativos, “aparecía espontáneamente” un movimiento reivindicándose como regenerador del mundo sindical penitenciario, frente al abandono que sufría el colectivo por la desidia y falta de capacidad del sindicalismo institucional y representativo.
Prometieron esperanza entre un
grupo significativo del personal penitenciario, la ilusión de una tierra
sindical prometida, no solo para lograr mejoras nunca vistas en prisiones, sino
para gestionar las reivindicaciones de un modo más eficaz y, también más
directo y participativo.
Iniciaban su andadura sindical,
cobijados bajo el paraguas de las acciones de los que ellos llaman legítimos, y
con razón, pues tienen la legitimidad de la Ley, y por eso son representativos
y ejercen el derecho a la negociación colectiva.
Ya desde el inicio dejaron claro
cual era su objetivo y razón de ser, señalando el centro de su actividad y
critica en los sindicatos, travestido siempre con el barniz de ser un
movimiento a sindical, que se atribuye solo mejorar las condiciones laborales
que negocian los sindicatos.
Participaron en manifestaciones,
concentraciones y a su manera en la primera huelga convocada en prisiones,
siempre cuestionando la actividad sindical, subiendo la apuesta que exigían que
cubrieran los otros, e intentando dividir y confrontar a las plantillas. Con un
único objetivo debilitar la acción sindical de los sindicatos representativos, como,
por ejemplo, durante la huelga, exigiendo que fuera indefinida, planteando otra
reivindicación ajena a la convocatoria de la misma, como fue la equiparación, o
haciendo cajas de resistencia paralelas a las oficiales.
Se sigue esperando, con mucha paciencia,
que algún día aprendan a convocar y organizar una huelga, lo cual está más que
en cuestión dada la insolvencia sindical que acreditada entre lo que dicen y lo
que hacen
Repetían que solo existía un
objetivo en todas estas acciones, la “pretensión de mejorar la acción sindical
de los sindicatos”, pero la práctica y los hechos decían lo contrario, que era debilitar
y hacer fracasar sus iniciativas para poder atacarlos y tratar de eliminarlos,
aunque fuera haciendo el juego a los intereses de la SGIP.
Nunca han tenido ningún reparo en
anteponer sus intereses particulares a los de las plantillas, lo demostraron
otra vez más en su puesta en escena de su proyecto de estatuto, donde entre
otros muchos derechos sacrificaban el de la salud laboral o la negociación
colectiva, a cambio de tener una silla junto al Sr Ortiz, y que al final solo
sirvió para hacer política de partido de oposición al Gobierno al que lloran
que no les abandone.
Ciertamente impusieron su férreo control al resto que se “ilusionaron” con ese presunto proyecto de cambio y transformación y, lo que era evidente para todo el mundo,
salvo para entregados adeptos, tomo cuerpo, porque siempre fue una etapa del objetivo la
conversión del movimiento en sindicato.
La paradoja y el devenir como organización
sindical contraria a los sindicatos, siguió la línea continuista y folclórica
de cero resultados, más fotos con diputados opositores, concentraciones
extremadas para hacer ruido, iniciativas parlamentarias contra la mayoría del
Congreso y toda una carrera de lo que denominaron “visibilizar al colectivo”.
Como si los miles de manifestantes, cientos de concentraciones, centenares de
reuniones con congresistas, senadores, alcaldes, miles de notas de prensa,
encierros, de los sindicatos representativos no hubieran existido.
La experiencia de estos cinco
años ha demostrado con sus actos que son una alternativa, la alternativa a la
realidad y a los hechos objetivos. Han sido capaces de construir una realidad
paralela que permita cohesionar su parroquia, donde establecen un fetiche, al
que han puesto el nombre de “sector”, y con ello justifican su incapacidad para
lograr ningún resultado ni mejora para el personal penitenciario, dejándolo
todo a la esperanza de la tierra prometida de la sectorización, que sustentan
en la “especialización” del colectivo penitenciario, pero entendida a su
manera, dejando fuera de prisiones al personal laboral, y fuera de su
“especialización” al personal de oficinas, de área mixta, sanitarios o
tratamiento, seguro que acaban expidiendo carnés donde solo serán
penitenciarios los “patas negras” que ellos bendigan, previa rigurosa devoción
a sus ocurrencias.
Anteponer las necesidades y los
derechos del personal penitenciario esperando promesas de un futuro que nunca llegará,
se realiza con las técnicas de pensamiento único más extremista,
descalificación y acoso de los sindicatos representativos, la mentira como eje
central del discurso y siempre buscando alimentar la división y la crispación
donde esperan tender sus redes.
Realmente no les gusta nada el
marco jurídico y legal existente, no les gusta nada el modelo de negociación
colectiva, prefieren ejercer el derecho de súplica. No les gusta nada la LOSL y
la representatividad electoral, como tampoco les gusta el servicio público
penitenciario Constitucional (probablemente no les gustan los servicios
públicos), ni que las mujeres presten su servicio en condiciones de respeto a
su derecho a la igualdad absoluta en los centros penitenciarios.
Definitivamente no les gusta nada que no sean ellos y sus intereses
Su proyecto de futuro es una regresión
a un pasado anterior a 1978, que elimine el paso de la Constitución tras los
muros de las prisiones, los derechos de los trabajadores, o la aplicación de
las reglas internacionales en las penitenciarias.
Lo cierto es que su dedo de
manipulación no puede ocultar el sol de la realidad, una realidad marcada
porque quienes tenían la varita mágica para las mejoras y que se ha visto no
era una varita sino unas pesadas cadenas que no han permitido ningún avance
para los penitenciarios, han dividido al colectivo haciéndolo más débil
reivindicativamente.
Lo vuelven a hacer ahora con el
Acuerdo Retributivo para todo el personal penitenciario, donde se vuelven a
instalar en la negación de la realidad, que no es otra de que es la mayor
subida económica para prisiones.
La alternativa que ofrecen a
subir las nóminas, es no subirlas y esperar a que ellos “negocien”. Es ridículo
y, quedan desenmascarados, cuando jalonaban que no habría acuerdo y no habría
subida, o como ahora que intoxican para decir que no se cobrara
No quieren mejoras para el
colectivo. Solo quieren votos, para sus sueños y ansias en busca de la silla
perdida.
Definitivamente son un factor
negacionista de la realidad y. con ello de las mejoras laborales, lo que no impide que
presuntos expedientes se conviertan en mandos de libre designación. No hay que
ser injusta y se les debe de reconocer importantes aportaciones a los intereses
del colectivo, como el desfile de la cabra por la Gran Vía Madrileña, o los
aguerridos gritos de marlasca chúpamela en la calle Alcalá. Actos que por sí solos ponen al colectivo ante
la ciudadanía, en el descredito y la marginalidad más extrema.
A pesar de la mentira, de no
tener ningún proyecto de futuro para prisiones, a pesar de confrontar con los
trabajadores y con los sindicatos y de servir de parapeto al sindicalismo de
empresa se continúan reivindicando orgullosos de ser el coeficiente cero en
prisiones.
Porque han demostrado que todo lo
que tocan lo multiplican por cero, y siguen prometiendo para seguir
multiplicando por cero todo el tiempo, alzan la voz de su retórica histriónica para
multiplicar por cero sus conocimientos sindicales y acreditar que no son una
reivindicación sino una plataforma de intereses particulares.
Frente a los compromisos y los hechos de mejorar las condiciones laborales y las nóminas del personal siempre habrá un espacio para ser "anti-institucional", un espacio para el desahogo individual y los egoísmos particulares.
Y boicotearan todo, siempre con la
tranquilidad de que por mucho que multipliquen por cero su "realidad" penitenciaria, habrá quien con seriedad y rigor lograra las mejoras,
todas las mejoras salen de los mismos, son a los que se les vilipendia, insulta, son quienes resuelven el resultado cero del odio y la división aportando hechos y resultados, como han
demostrado con el último Acuerdo, o con derechos como la segunda actividad, los
horarios, la salud laboral y en definitiva todos los derechos que el
coeficiente cero disfruta y exige tan placenteramente, desde el negacionismo y la marginalidad
Quienes suman en torno al
coeficiente cero son el caballo de Troya de la Administración contra el progreso y el bienestar del personal penitenciario, siempre prestos
en pleitesía con las direcciones, raudos para unas relaciones laborales
piramidales que den privilegios no regulados a minorías sobre la privación de
los mismos a las mayorías.
Pero ante el camino más corto para perder derechos de los que lo multiplican todo lo que tocan por cero, siempre la mayoría estamos a tiempo para reivindicar la realidad de los hechos y el compromiso del trabajo por la reivindicación, desde el respeto y la verdad