Casi dos años después de iniciar
el más potente y proceso de movilizaciones sindicales y reivindicativas, que se
ha realizado nunca en la historia de prisiones,
donde se ha dado una participación mayoritaria y comprometida del
personal penitenciario, es necesario hacer una pausa y tomar la perspectiva necesaria
para evaluar donde estamos.
Ciertamente hablar hoy del conflicto
de prisiones como movimiento reivindicativo organizados es una quimera, un
deseo o una ensoñación holográfica pero nada que se sustente sobre la realidad.
Ciertamente, la evidencia
objetiva de los hechos, señala que estamos en una situación que no ha resuelto ninguno
de os déficits estructurales laborales que padece el colectivo penitenciario,
pero lo que es peor da la sensación que el colectivo no ha acabado de entender que
no se ha logrado acumular las fuerzas necesarias para alcanzar los objetivos reivindicativos
planteados.
Porque es una evidencia que
conviene no olvidar, que las batallas reivindicativas no es suficiente con
tener la razón, es aún más importante tener la fuerza para obligar a cambiar
las relaciones laborales y el estado de so derechos, y esa fuerza no la hemos
logrado porque nuestra realidad laboral sigue igual de injusta que antes y con
recortes de derechos que antes teníamos.
La estrategia del Ministerio de
Interior a través de sus subordinados en Instituciones Penitenciarias ha estado
orientada desde el minuto uno, ah debilitarnos, a cuestionar la justicia de
nuestras reivindicaciones y a crear una realidad paralela que desvirtuase
nuestra demandas y mantuviera las desigualdades y la injustica entre el personal
penitenciario.
Y no lo han hecho mal, hay que reconocerlo
a tenor de los resultados, ocultan la mayoría de las agresiones para justificar
que no cumplen con la Ley y que el personal padece en su integridad la negligencia
de los gestores.
Han mostrado una cara amable a la
ciudadanía de voluntad de arreglar los problemas mientras al tiempo no solo no atendían
ninguna medida para resolverlos sino que se afanaban con rabia en quitarnos
derechos adquiridos.
Y finalmente has desarrollado una
activa política de división de las plantillas y del colectivo para anular
cualquier opción de presión seria que ponga en cuestión su gestión y su política
penitenciaria regresiva. Lo han hecho creando intereses individuales como el
pago de las horas extras que cubren la falta de personal y de oferta de empleo.
Han alimentado un imaginario de negociación con todo el mundo de asociaciones
de puesto que se han creado para defender los intereses particulares frente a
los colectivos, olvidando que el marco legal impide ningún tipo de acuerdo de
modificación de condiciones laborales con interlocutores sin representatividad
y finalmente han dotado de herramientas clientelares, como la reforma unilateral
de la segunda actividad, a los
directores para desarrollar relaciones laborales individualizadas que confronte
con la negociación colectiva que permanentemente boicotean y vacían de
contenido.
En ese escenario de irrelevancia
de las reivindicaciones sindicales las estrategias de adaptación de los
diferentes agentes sociales han sido dispares y siempre individuales.
El globo negro, que venía a
cambiar el mundo sindical y las relaciones laborales, se desinfla por momentos, el Tamp, que padece ya de serias contradicciones y tensiones internas, se
ha acomodado a hacer un sindicalismo virtual en redes sin el menor impacto en
las relaciones laborales más allá de favorecer a partidos políticos de su
cuerda en la campaña electoral con
consignas y reivindicaciones vacías de quienes no ha dado ninguna muestra de
querer cambiar nada en prisiones.
Apfp que veinte años después se
ha vuelto a presentar como el “nuevo” sindicato que va a cambiar prisiones,
sigue a la sombra de Tamp intentando “pescar” para su organización pero con
igual inoperancia, falta de propuestas y estrategia, más allá de alguna nota decimonónica
quejándose de que nadie nos haga caso.
El mundo negro fue la innovación
del último proceso electoral, perno ha ido más allá de repetir los modelos de
sindicalismo tradicional en prisiones, a pesar de los muchos y duros golpes que
nos ha dado la SGIP no han tenido ni el valor, ni la capacidad de convocar nada
para responder a todos los ultrajes y perdidas de derechos, a pesar de contar
con su espacios legales y de representación para hacerlo.
Este sector pone todas sus
esperanzas en un cambio de modelo de relaciones laborales propiciado desde un
cambio de Gobierno y para que lo hagan los que durante años nos negaron también
todo. Tal vez por eso insisten en exigir a los sindicatos que hagan algo, como
si ellos no fueran sindicato, y si lo que quieren tienen que hacerlo otros, ¿para
que existen ellos? En definitiva este bloque solo ha servido en la práctica
para dividir más el colectivo y restar fuerza a los sindicatos en el proceso de
movilización y negociación, al centrar todas las críticas, insultos y demagogia
sorbe ellos, en un infantil intento de desplazarlos del ámbito negociador.
Acaip con su ingreso en UGT ha
perdido cercanía con la realidad penitenciaria y centra toda su actividad en
tratar de frenar la sangría afiliativa hacia el mundo sindical negro, con dos líneas
de actuación enterrando la plataforma sindical y centrándose en las redes para
compensar la pérdida de cuadros sindicales y poniendo velas para que el PSOE
repita y pueda hacerles alguna conexión que puedan vender como un logro del
sindicato.
Csif ha cambiado su dirección en
prisiones al amparo de su Congreso general y al igual que Acaip se centra en
frenar el golpe del mundo negro, y busca fortalecer a sus delegados sindicales
en los centros y sus relaciones con el partido de referencia para si hay un cambio
gubernamental presentar alguna mejora como un logro suyo.
CCOO juega por su respaldo electoral
un papel marginal y no tienen capacidad propia de efectuar ningún proceso de movilización
por sí misma en prisiones, su poder está centrado en su potente estructura
superior y en ámbitos que puedan determinar cambios en las instituciones penitenciarias
desde el arco de la negociación colectiva o judicialización de proceso, precisa
aliarse con otros actores.
En definitiva el gran logro del proceso
de movilización, la unidad sindical en prisiones, se ha destruido por todos
estos factores y nos sitúa con demasiadas mochilas llenas de agravios e
insultos para recomponerla.
Pero la evidencia nos dice que
sin esa unidad sindical no hay ninguna opción de alcanzar mejoras para todo el personal
de instituciones penitenciarias y aun mas, en un marco de cambio de ciclo económico
que ya adelante iba a suceder con mi artículo en el blog del 29 de marzo y que
esta semana ha confirmado la Unión Europea.
Con recortes a la vista, con una situación
política completamente volátil, y sin unidad sindical en los objetivos y los
medios, el tren de prisiones habrá pasado por un tiempo.
Nuestra última carta pasa por acabar con el
folclore de la propaganda, remangarse en restañar la unidad, con los objetivos
que nos permitan unir las diferentes estrategias y opciones de los diferentes
sindicatos y sabiendo que el arco legal de la negociación colectiva que es el único
donde se pueden materializar las mejoras, es el que es, jurídica y
normativamente.
Todo lo demás, pura ensoñación,
engaño y manipulación a un colectivo harto de tiros y troyanos. Cansado de ultrajes y falta de respeto de unos gestores mediocres y negligentes en medio de unas condiciones laborales que se degradan con cada día que pasa