Decía, ya hace un año (http://ojocarcelario.blogspot.com/2019/10/y-prisiones-se-quedo-en-el-anden.html)
, que en prisiones con tanta propaganda, demagogia y ganas de protagonismo para
confundir a la plantilla, se nos había olvidado lo más importante, nuestros
derechos y nuestras retribuciones. Y que si no se producía un cambia de
dinámica, esta situación se agravaría.
Desgraciadamente, los peores
designios parecen irse confirmando, seguimos anclados en la propaganda y
recluidos en las redes en el insulto y la coacción, como coartada frente a la
más absoluta inacción, no existe debate, reflexión colectiva y por supuesto
ninguna acción o propuesta merecedora de tal nombre.
A pesar de que las actitudes y la
indolencia no nos abandonan, y de que se repiten eslóganes caducos y vacíos, como
papagayos para complacer a una parroquia ya convencida de los designios divinos
que algunos creen tener en la historia sindical de prisiones. Hay dos elementos
sustancialmente diferentes, que hacen que así las dificultades se agudicen a la
hora de dar respuestas a las necesidades objetivas del personal penitenciario.
La situación del COVID, que ha
transformado, lo sigue haciendo, profundamente una nueva realidad de país, de
relaciones laborales y económicas, abocándonos a la más profunda crisis de
nuestra historia reciente que como sociedad no podremos evitar enfrentar,
incluso para el mesianismo "taleguero". Condiciones objetivas que limitaran, también
objetivamente, la capacidad y voluntad de respuesta a nuestras necesidades. Y
ello a pesar de declaraciones voluntaristas de que hay que ignorar la realidad
para satisfacer la ensoñación que la propaganda política extremista con la que superponen
las consignas a los hechos.
Por otra parte, estamos
asistiendo a un proceso de radicalización extremista en la forma de plantear
las diferentes y legitimas perspectivas para afrontar la realidad laboral
penitenciaria. Hay un sector que apuesta decididamente que cuanto peor nos vaya
colectivamente mejor para ellos, por lo que necesitan enturbiar los más posible
las relaciones laborales y la cohesión, siempre debilitada, de las plantillas
penitenciarias
En esa estrategia, y como los
extremos se tocan, coinciden claramente con la seguida por el independentismo
radical catalán, de negar la validez de la legalidad vigente, cuestionando la
representatividad de quienes legítimamente la ostentan, a pesar de reconocerla
de facto participando en unas elecciones sindicales, con unas reglas de representatividad
que insisten en no aceptar porque no han conseguido ser representativos. La
legalidad siempre se puede cambiar, tiene sus procedimientos establecidos y a
ellos hay que ceñirse, seguir negando la legalidad de los representantes
sindicales, es cuestionar el orden democrático por intereses muy particulares
de dirigentes de este grupo radical.
Consecuencia inmediata de este
razonamiento radical que subvierte el modelo constitucional de relaciones
laborales, es la utilización de técnicas de comunicación y de acción sindical,
basadas en el odio, las amenazas y la coacción, que son las propias del
pensamiento único totalitario. Delegadas, delegados, honestos, comprometidos
con su labor tienen que soportar la descalificación personal, la intimidación y
el escarnio, por el mero hecho de haberse ganado legítimamente esa
representatividad.
El objetivo es evidente, lo que
no se ha ganado democráticamente, se pretende conseguir anulando o quitando de
en medio a los que sí lo han conseguido, por eso es necesario generar
incomodidad, pues los sindicatos representativos son el enemigo que hay que
destruir junto con el modelo de relaciones laborales constitucionales.
Dividen, acosan, siembran odio
porque les falta el argumento del conocimiento y la verdad, sus propuestas
vacías necesitan de enemigos para justificar su incapacidad, impotencia y
complacencia con los gestores penitenciarios creando un chivo expiatorio
Llevan poco tiempo haciendo
sindicalismo en prisiones, pero han hecho tanto daño al colectivo como si
llevaran toda una vida. No cesan sus eslóganes agresivos contra el sindicalismo,
los sindicalistas y el personal que sabe que los avances se construyen movilizando,
negociando y pactando.
Fruto de no aceptar la
legitimidad y la legalidad vigente que otorga la representatividad a los sindicatos
presentes en la mesa de negociación, tratan de hacer de quinta columna al
servicio de los sectores de la Administración ante cualquier iniciativa de las organizaciones
sindicales, ejemplo evidente de ello fue la única huelga convocada legalmente
en la historia reivindicativa de prisiones, donde desde el minuto cero hicieron
todo lo posible para debilitarla, sacando reivindicaciones ajenas a las de la
huelga apura confundir a las plantillas, poniendo exigencias inviables para
hacer fracasar la huelga, o haciendo cajas de resistencia paralelas para asustar
a las plantillas.
A pesar de todo ello y de ellos, los
días de huelga fueron las movilizaciones con mayor repercusión mediática y mayor
participación del personal que ha habido en prisiones, a pesar de no alcanzar
los objetivos porque el Sr. Ortiz y el Sr. Marlaska se encontraron con unos
inesperados (o tal vez no tan inesperados) aliados que travestidos bajo una verborrea
radicaloide, infantil y casposa “muy reivindicativa” luchaban, objetivamente, porque
no cambiara nada en prisiones y que no volvieran los 123 millones a la mesa de negociación
para que los sindicatos no protagonizaran ningún acuerdo y les permitiese
seguir con sus campañas de propaganda y extremismo.
Lo único cierto es que TODOS los
derechos que tenemos el personal en prisiones, son fruto del trabajo de las
distintas organizaciones sindicales presentes en las mesas de negociación,
incluidas las subidas salariales pactadas anualmente que no tienen ningún complejo
en disfrutar.
Es cierto que queda mucho por
hacer en prisiones, que hay demandas que se acumulan con el paso de los años,
por diferentes razones, la primera es la de contar en instituciones penitenciarias, salvo excepciones que se cerraron acuerdos, con todos los Gobiernos, los
gestores más autoritarios y de menor talante negociador de todas las AAPP. La
segunda es la división de lo individual frente a lo colectivo, siempre hay
reivindicaciones personales, que se pretender superponer a las de todos. Y el
tercer elemento, es la falta de dinamismo y transparencia de las organizaciones
sindicales que se acomodan a un escenario donde no hay un elevado nivel de
compromiso sindical.
Frente a los hechos, con sus
luces y sus sombras, no hay nada. El extremismo hace juegos malabares con las palabras,
construye diariamente una retórica basada en la mentira, y siembra odio, mucho
odio contra todo el que no piense como ellos.
Frente a los derechos y las
mejoras salariales de estos últimos años, sus hechos son memes, millones de
fotos con políticos que nunca se comprometen con hechos. Mucha PNL de postureo
que no obliga a nada, mucho “día histórico”, hablan de convocar huelga y se
olvidan de hacerlo el día siguiente, se gastan un pastizal en hacer un
fake-estatuto de copia y pega y hasta hoy nadie lo ha presentado como proposición
de Ley, el único compromiso valido, si se cuentan con votos para que lo apruebe
el Parlamento, y como insultan y acosan todo lo que no secunden su pensamiento único,
pues no paree que pudieran contar con los votos de quienes de buena fe creyeron
en un principio en su discurso camaleónico de que son asindicales y apolíticos.
El fetiche del “estatuto” no es más
que un texto para a cambio de reducir derechos colectivos de todos alcanzar mejoras
individuales para algunos de ellos, apoyándose en sectores de la propia Administración
Penitenciaria.
El resto de reivindicaciones han seguido el mismo destino del olvido, como la equiparación con Cataluña que no aparece en su estatuto, o las modificaciones legales para implantar el grupo B en Instituciones Penitenciarías.
Aunque no debe de preocuparles
demasiado que no se produzcan cambios, sus iniciativas no buscan mejorar las
condiciones laborales del personal penitenciario, solo pretenden ser un ariete
contra el Gobierno y contra el modelo penitenciario constitucional.
Para ellos la realidad de los
hechos es solamente una versión que hay que desmontar, instalados en el
negacionismo y terraplanismo sindical se sitúan en el espectro más extremista y
no sorprendería visualizar movimientos cercanos al sindicalismo de extrema
derecha del sindicato de Vox ,“solidaridad”
Con estos planteamientos
prisiones nunca podrá alcanzar los cambios estructurales que permitan reivindicar
la plantilla penitenciaria como columna vertebral de un modelo penitenciario
Constitucional, que sea reconocida íntegramente como la mejor inversión para la
reinserción social y acorde a ello atendido un espacio retributivo más acorde a
esa realidad, menos discriminatorio y donde derechos fundamentales, como el de
la integridad y la salud, estén plenamente reconocidos, como frente a las
agresiones conforme a los criterios establecidos por el Convenio 190 de la OIT frente
a la violencia en el trabajo.
Para alcanzar ese objetivo, es
necesario que el extremismo en prisiones haga menos ruido, que los sindicatos
sean más activos y ágiles en avanzar en los hechos, como puede ser la Ley de
Cuerpos y que el Gobierno visualice la necesidad de que la seguridad del Estado
tiene que tener un compromiso democrático fuera de toda duda, donde las
Instituciones Penitenciarias deben de impulsar una profundización en la reinserción
social.
Todo lo demás será una distopía
de memes y deformaciones de la realidad a la que no sabemos afrontar y que nos dará
la espalda a nosotros y nuestras necesidades reivindicativas.
Hay una Instituciones Penitenciarias que son muy rentables socialmente, hay que reivindicarlas, reivindicando su personal, que demuestra cada día ser esencial en la reinserción, aun en plena batalla con el COVID19, la modernización es justa y necesaria.