jueves, 3 de julio de 2025

MASS MEDIA Y DAÑO REPUTACIONAL DEL PERSONAL PENITENCIARIO

 

Con cada vez mayor frecuencia e intensidad, se produce una deriva “comunicativa” en referencia al mundo penitenciario centrada en el morbo, lo truculento y cualquier elemento donde la sordidez sea la protagonista.

Aunque esa especial sensibilización de los medios hacia el espectáculo y el amarillismo está bastante extendida, incluso entre medios “serios y respetables”. Es cierto que la especialización, reiteración y la transversalidad del show carcelero se concentra entre medios que tienen una línea de actuación muy especializada en esa forma de tratar la noticias.

Estos medios convergen en su línea de actuación, caracterizada por varios elementos comunes: la realidad debe de ajustarse al guion, mensajes simplones y emocionales, confrontar con los hechos manipulándolos, creación de desinformación para que invisibilizar la realidad frente a los bulos, utilización de sentimientos personales orientando la beligerancia y la confrontación, deshumanización de las personas, cuestionar la legitimidad de las instituciones.

El medio penitenciario es una fuente poderosa para desarrollar esa estrategia, pues los desajustes y las incidencias forman parte de la cotidianidad de su propia naturaleza.

La reiteración de programas donde se utilizan esas técnicas, con la presencia de “victimas”, “testigos” y un popurrí de datos sin contrastar, se centran en culpabilizar de cualquier hecho real o creado, con mentiras directas, medias verdades y mucha desinformación, al personal penitenciario y al sistema penitenciario como institución.



El publico de estos medios esta especialmente predispuesto para cubrir su necesidad de sensacionalismo y morbo por lo que asimila con fe estos mensajes de un modo natural y acrítico.

La indignación del colectivo penitenciario sobre todo lo que se vierte en este tipo de programas es algo con lo que cuentan quienes crean estos espacios, porque así consiguen involucrarnos y, que alguien  se erija en defensor de los ofendidos y manifieste lo mal que se está en prisiones, que el funcionario era inocente, o que la culpa es del ministro o del Gobierno, o cualquier otra benevolente ocurrencia.

Sin duda lo que apetece cuando se visibiliza tanto desvarió infundado y gratuito es desmelenarse y salir a batallar en el escenario del medio de turno, hay ocasiones que eso pasa, muchas veces mas por la necesidad de afirmación personal que por la solvencia de la defensa. En su descargo hay que decir que da igual lo que digan o como lo hagan, el guion esta establecido y la verdad no importa.

Quedarnos de brazos cruzados no parece ser una alternativa razonable frente a tanto despropósito, aunque hoy en la época de la desinformación masiva, no hay certezas, siempre se debería explorar la vía judicial y, sobre todo reclamar que la Institución tenga la decencia de defenderse y sobre todo, defender a los que digna y abnegadamente la sirven.


Hay quien pueda pensar que estas excentricidades mediáticas responden a necesidades de conseguir la mayor porción posible del target, incrementando su audiencia y consiguientemente sus ingresos económicos.

Pero hay elementos que insinúan que sus intereses además de los económicos, son mas amplios.

Un seguimiento de esos medios permite descubrir, que sus dueños están ubicados en un espectro político que cuestiona el actual sistema democrático y constitucional.

Que se reivindican como la necesidad de liquidar el Estado (no se refieren a amamantarse ellos de él) eliminando los servicios públicos por innecesarios e insostenibles.

Que transmiten al funcionariado como una casta de privilegiados consumiendo unos recursos excesivos que no dan utilidad alguna y con unos privilegios que hay que erradicar.

Por tanto, el daño reputacional al modelo penitenciario y al personal de prisiones, no tiene nada que ver con un incidente concreto o una forma de gestión concreta.

Es algo intencional, que a corto plazo busca réditos políticos, probablemente entre los responsables de las instituciones, pero que más allá lo que realmente buscan son resultados más sustanciosos.

Un cambio de modelo penitenciario por otro más punitivo, privatizado, donde el delito sea un factor generador de beneficios para los propietarios del sistema y en el cual los funcionarios sean expoliados de derechos y salarios.

El daño reputacional contra el personal de prisiones tiene como fin determinante, fijar en la conciencia colectiva la idea de que somos una rémora para la ciudadanía, que somos prescindibles y que se puede hacer “mejor” las cosas gastando menos del contribuyente en un servicio público ineficiente.

Por tanto, contribuir a alimentar estos shows, es un tiro directo a nuestros intereses como ciudadanos y como empleados públicos.

Lo que suscita una pregunta, que será necesaria resolver en su momento, y es que, si las intervenciones en nombre del colectivo se producen por protagonismo y vanidad o, si hay casos que son intervenciones convergentes para reforzar estas estrategias de demonizar lo público, a los empleados públicos y facilitar que el bisturí se aplique contra los servicios públicos con un apoyo desde dentro.




En esta situación contra el modelo penitenciario, contra los servicios públicos y contra su personal, lo único sorprendente es la actitud del Ministerio del Interior y de la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias, que exhiben sin pudor una indolencia e indiferencia absoluta para defender la reputación del personal penitenciario que garantiza en unas condiciones laborales deficientes el funcionamiento del sistema penitenciario y produce beneficios sociales de servicio publico penitenciario

 

 

lunes, 27 de enero de 2025

EL MITO DE QUE LAS AGRESIONES AL PERSONAL PENITENCIARIO SON INEVITABLES

 

Sin lugar a dudas la violencia en el trabajo que se manifiesta en un crecimiento continuo y exponencial de las agresiones al personal penitenciario es un fenómeno recurrente en los centros penitenciario españoles.

La violencia en el trabajo responde a factores multicausales desde los cambios culturales y sociales que se producen en la sociedad, hasta elementos intrínsecos de las relaciones laborales y de la organización del trabajo.

La organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia en el trabajo como “aquellos incidentes en los que la persona es objeto de malos tratos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, incluyendo el trayecto entre el domicilio y el trabajo, con la implicación de que se amenace explícita o implícitamente su seguridad, bienestar o salud”.

Las prisiones como organización cerrada refuerzan esas dinámicas e incorpora otras características de su propio modelo, no ha existido una preocupación por el estudio de la causalidad y de la casualidad de las agresiones a las trabajadoras y trabajadores en el medio penitenciario.

No obstante, si existen aproximaciones empíricas que permitan trazar una geografía de la causalidad del problema, que en términos de salud se situaría a nivel de pandemia entre el personal penitenciario.

En primer lugar, el empresario, la administración penitenciaria, a través de sus gestores ha manifestado una secular indiferencia ante la problemática laboral y de salud que representan las agresiones.

Desdeñando su gravedad, cuestionando su prevalencia y rechazando sus consecuencias lo que se materializa que desarrolla una política “preventiva” totalmente nominalista de carácter burocrática sin ninguna incidencia ni el as causas ni en la prevención. Lo que es un factor para que las agresiones pervivan y se incrementen.

En segundo lugar, las agresiones guardan una directa relación con factores de la organización del trabajo en las instituciones penitenciarias, factores tales como: la carencia de asistencia sanitaria primaria, la falta de atención a las patologías mentales, la falta de personal, entre otras.

Para Instituciones penitenciarias las agresiones no son una problemática de salud laboral, sino incidentes/accidentes regimentales, lo que tienen una singular relevancia, porque con ello dejan sin los derechos legales de prevención y protección de la salud laboral al personal penitenciario frente a las agresiones.

La actuación de negar el problema de las agresiones, para no evidenciar la incapacidad de gestión de los riesgos, en la Administración Penitenciaria española, tiene graves consecuencias para el personal penitenciario.

La siniestralidad laboral del personal penitenciario es de las mayores de la Unión Europea, y dentro de esta siniestralidad, las agresiones representan un porcentaje mayoritario.

 


Dentro de la Administración General del Estado (AGE) las agresiones físicas al personal, las producidas en la Administración Penitenciaria representan el 90% del total de agresiones físicas de la AGE, cuando la plantilla penitenciaria representa el 13% del conjunto de los empleados y empleadas públicas de la Administración del Estado

Existe la creencia generalizada de que en ciertas ocupaciones es inherente un cierto grado de violencia o que ésta es impredecible, como una parte misma del trabajo. El trabajador asume el riesgo de sufrir actos violentos, lo que puede conllevar la pasividad o la imposibilidad de hacer algo.

Por otro lado, creer que la violencia en el trabajo es aleatoria e impredecible puede llevar a considerar que los programas preventivos son innecesarios. Por el contrario, muchos actos violentos pueden ser prevenidos. La violencia requiere de un enfoque integrado de prevención de conductas y de atención reparadora a las víctimas.

Las causas de este incremento de las agresiones en Instituciones Penitenciarias son múltiples y se retroalimentan entre sí

Las agresiones en las Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior, tiene causas multifactoriales y por ello su abordaje debe de realizarse desde diferentes perspectivas preventivas y organizativas, entre toras la falta de personal, la mala clasificación, la falta de sanidad penitenciaria, las patologías mentales…pero sobre todo la negación de las agresiones como un hecho que cuestiona el propio modelo penitenciario

El PEAFA es un factor potenciador de las agresiones, porque las blanquea, las oculta y, sobre todo, porque las deja sin prevención alguna, se puede decir sin temor a equivocarse que los datos demuestran que las agresiones han crecido con mas intensidad durante la vigencia del PEAFA

El PEAFA ha visto la luz gracias al apoyo sindical y sigue en vigor porque los firmantes han sido incapaces de pedir su derogación ante el fracaso que ha significado para el personal penitenciario

CSIF y ACAIP-UGT deberían de replantearse y tener el valor de la autocrítica para reconocer las consecuencias que ha tenido para la violencia en el trabajo y para el personal de prisiones la existencia del PEAFA.



Insistir en mantener este protocolo travestido por una nueva revisión, donde la prevención y la Ley quedan fuera, es insistir en que el personal penitenciario siga teniendo agresiones sin ninguna medida preventiva frente a ellas.

Hay que ser claros, las agresiones en prisiones no son inevitables, ni tienen el carácter de una plaga bíblica, se produce porque la gestión de los riesgos laborales por parte del servicio de prevención y la propia secretaria general de instituciones penitenciarias como responsable máxima, es totalmente ineficiente.

La realidad demuestra que cualquier sector donde existe una política preventiva que responda a los riesgos laborales del mismo, los siniestros, los accidentes laborales y las enfermedades profesionales decaen intensamente.

Que las prisiones españolas estén a la cabeza europea en agresiones no es casualidad, ni se debe a circunstancias insoslayables, todo radica en la indiferencia de la Administración frente a las consecuencias de la violencia en el trabajo contra el personal penitenciarios y consecuentemente en cómo se desarrolla una política de riesgos formal sin ninguna intención ni medida practica para atajarlos.

Las agresiones se pueden evitar, hay que comenzar reduciéndolas progresivamente mediante medidas legales, y organizativas que las prevengan y las eviten.