martes, 3 de enero de 2017

LA CÁRCEL DE LOS ROBOTS

A pesar de ser más numerosos los seguidores Wells que los de la problemáticas profesionales de las cárceles. No abordaremos esta entrada del blog como las posibilidades de una nueva guerra de los mundos en el entorno penitenciario, tampoco nos referiremos a la más verosímil posibilidad de que muchos de los actores penitenciarios tengan comportamientos robóticos y estandarizados profesionalizados.

Hoy abro una reflexión acerca de qué modo y en qué medida puede la revolución tecnológica  y los procesos de inteligencia artificial inherentes afectar al mundo de las prisiones desde el plano de lo laboral.

Tal y como previene la colaboración de investigación europea en Seguridad y salud ocupacional (PEROSH) en uno de sus trabajos de posicionamiento conjuntamente con la EU-OSHA un cambio significativo tendrá lugar sobre la manera en que entendemos el mundo del trabajo, teniendo como resultado una transición gradual desde formas de trabajo y tiempo relativamente estandarizadas en las organizaciones hasta formas más complejas y diversificadas de entornos de trabajo y distribución de la jornada laboral. (PEROSH, The changing world of work and OSH, 2015

Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre «Los efectos de la digitalización sobre el sector de los servicios y el empleo en el marco de las transformaciones industriales» establece algunos elementos para la reflexión  del impacto que las nuevas tecnologías tienen ya en el mundo del trabajo.

La digitalización transforma todos los segmentos de la sociedad y la economía y, por lo tanto, incide lógicamente también en el trabajo y el empleo. La tecnología puede aumentar la riqueza hasta niveles sin precedentes y potenciar la calidad del trabajo y el empleo en Europa. No obstante, estas oportunidades conllevan riesgos, algo que resulta evidente en todos los sectores económicos, incluido el sector de servicios privados.

Con el fin de contrarrestar el aumento de las desigualdades de renta ocasionadas en parte por la digitalización, debería potenciarse la negociación colectiva en todos los niveles, en especial también en los sectores y en las empresas que se ven afectados por la digitalización. Esto puede garantizar que las nuevas formas de organización digitalizada del trabajo mejoren, en lugar de deteriorar, la calidad del trabajo.
Se está produciendo una disminución en la demanda de trabajadores de cualificación media y elevada, que se espera que caiga aún más en un futuro próximo. Según diversas estimaciones, aproximadamente el 50 % de los empleos actuales corren el riesgo de ser sustituidos por la tecnología digital en los próximos veinte años.

Un sector de servicios digitalizados crea una fuerte demanda de mano de obra capaz de cumplir tareas intensivas en conocimiento, especialmente en servicios de índole profesional y técnica como los que, por ejemplo, gestionan las redes informáticas. Las tareas efectuadas por estos profesionales suelen llevarse a cabo a distancia y en cualquier momento por medio de dispositivos móviles digitales.

Los elementos que pone sobre la mesa la revolución tecnológica son dicotómicos, por un lado elevara la productividad de un modo exponencial, el desarrollo de potencial tecnológica se extenderá en cualquier esfera de la vida y democratizara el acceso a la información y el conocimiento.

Pero al mismo tiempo con el actual modelo de organización del trabajo y de la estructura social generara niveles de desocupación (el paro estructural y la precarización actual se explican en buena medida en esta revolución) difíciles de sostener sin cambios estructurales o graves conflictos sociales. No predican que al igual que en otras revoluciones tecnológicas el empleo destruido será temporal y que la nueva tecnológica generara nuevas bolsas de empleo. Pero lo cierto es que ninguna revolución anterior genero un cambio exponencial tan brutal del modelo productivo y de su propia organización. Para conseguir ese espacio para el mundo del trabajo hay que abordar un cambio profundo de los tiempos y organización del trabajo y del papel del Estado como redistribuidor de la riqueza. El empleo sin derechos, deslocalizado y más precario es el nuevo tipo de trabajo que se esta generando.

Pero no solo el lugar del trabajo queda en entredicho, la intimidad o la sacrosanta individualidad salta por los aires pues la tecnología e la comunicación accede a cualquier espacio vital en nuestro quehacer diario, no solo por nuestra presencia y relación con las redes, sino por mecanismos de control privado y público que nos tienen permanentemente analizados en nuestras preferencias, nuestras conductas, actitudes o gustos.

Y por otra parte estos cambios revolucionarios entrañan el afloramiento de nuevos riesgos de salud que no pueden ser controlados y prevenidos con los actuales mecanismos normativos y legales, el acoso laboral o personal, la intimidación, la violencia de todo tipo, o los riesgos de estar permanentemente a disposición del trabajo cuestionan nuestra propia salud.
Quien haya tenido la paciencia de leer hasta aquí  se preguntará pero que tendrá que ver todo esto con las cárceles y el personal penitenciario, si somos funcionarios del Estado y por lo tanto con el puesto de trabajo “asegurado” y además la cárcel se trabaja con personas y están encerradas por lo que siempre tendrá que haber personal para hacerse cargo de todo el funcionamiento de lo que representa una prisión.

Lamentablemente las certeza en tiempos de cambio no existen y esperar que todo continúe plácidamente con “pequeñas disfunciones y falta de confort profesional” es tener verdadera fe en que el mundo, la vida y el trabajo por tanto nunca cambia.

Cualquiera que lleve algunos años trabajando en prisiones debería de ser consciente de los profundos cambios que se han producido, los primeros por el cambio de modelo penitenciario propiciado por el encuadramiento constitucional del modelo penitenciario, pero toros mucho, y no menores, por la aplicación de la tecnología al mundo carcelario.

Los sistemas de seguridad están prácticamente automatizados y solo requieren la supervisión física del personal ante una incidencia. El tratamiento de la información ha permitido sistematizar la administración, la gestión, el mantenimiento o el tratamiento. La videoconferencia permite declaraciones o visitas médicas online desde la propia prisión. Los sistemas de redes permiten los controles telemáticos y así un largas ectra. de cambios que se han producido de un modo imperceptible pero imparable a pesar de las profundas tendencias conservadoras que la gestión de lo penitenciario tiene.

Pensemos por un momento que cambios pueden devenir en un tiempo no demasiado lejano, con esta revolución de la inteligencia artificial, muchos de estos cambios son ya posibles hoy. Un chip fijado al interno puede determinar cuándo puede salir de su celda, desplazarse a sus actividades o recibir información, sin ningún tipo de contacto con personal penitenciario. Si, evidentemente puede negarse, alterar el orden, ecrtra, pero también el propio chip  puede tener programado a través de su fijación mecanismos coercitivos para evitar esas situaciones no deseadas.

Por otra parte la figura de robots guardianes es ya una realidad en la prisión de  Pohan en Corea del Sur donde cumplen medidas auxiliares de vigilancia. “su trabajo consiste en no tomar medidas contra los reclusos violentos. Son asistentes. Cuando se encuentra con un preso que está amenazando contra su propia vida o con una enfermedad grave, puede obtener ayuda rápidamente“ Obviamente el paso para programarlos para otras funciones de vigilancia, como la reducción de internos es un problema más ético que tecnológico.

Pero no solamente en el ámbito de la vigilancia se puede insertar tecnología robótica y de inteligencia artificial, el tratamiento se puede estandarizar cibernéticamente para que la interacción del interno se pueda realizar en cualquier momento, y facilitar la información social que precise, la situación jurídica, o las opciones de reinserción, deportivas o laborales a las que puede acceder.

Es evidente que he expuesto unas pinceladas de un posible cambio de nuestra realidad profesional que puede parecer ciencia ficción, pero que solo busca provocar la reflexión y le debate sobre algo que tal vez se esté alejando de la ficción más rápido de lo que nuestro pensamiento y actitud se adapta a la realidad.

La más que posible descapitalización humana del “sistema productivo penitenciario” abre el debate a cuestiones de carácter ético sobre cómo se desarrollara el derecho a la reinserción sin el factor humano, y por supuesto abre importantes interrogantes sobre la cantidad y la calidad del empleo en instituciones penitenciarias.

El grupo de reflexión Bruegel calcula que los Estados miembros de la UE corren el peligro de perder entre un 40 % y un 60 % del empleo en los próximos veinte años como consecuencia de la automatización que ocasiona la digitalización. Por añadidura, parece que en la era digital, al contrario de lo que ocurrió en fases precedentes del desarrollo industrial, los beneficios globales para la economía en términos de productividad ya no se traducen directamente en un crecimiento del empleo. Por consiguiente, siguen existiendo dudas de que una economía plenamente digitalizada genere la suficiente demanda de mano de obra para compensar las pérdidas de empleo que se calculan que producirá la automatización de los servicios. Por otra parte, en toda Europa sigue habiendo una discrepancia entre las cualificaciones disponibles y las que se requieren, y es difícil hacer predicciones al respecto.

El fuerte incremento de las modalidades atípicas de empleo ocasionado por la digitalización implica que una parte cada vez mayor de la mano de obra dejará de contribuir y de beneficiarse de los sistemas establecidos de seguridad social, como los subsidios de desempleo, la sanidad pública y los seguros de pensiones. En algunos Estados miembros, este punto ha sido ya objeto de debate entre los interlocutores sociales y el gobierno. Además de un descenso en los niveles generales de empleo, esta evolución puede erosionar los ingresos y, por lo tanto, la eficacia global de los regímenes fiscales y de los sistemas de bienestar social, que se basan en unos ingresos generados principalmente a través de los impuestos y gravámenes sobre la renta, así como de los sistemas de cotización de empresarios y asalariados y que, por lo tanto, dependen de unos niveles elevados de empleo convencional.


Sé que la perspectiva corporativista trata de situarnos en una isla aislada del resto de la realidad laboral y social de nuestro entorno, pero esa perspectiva egoísta y pueblerina ha fracasado en el mundo de la globalidad de las relaciones sociales y económicas. Nuestro pedigrí identitario carcelero no servirá como escudo ante los cambios sobre los que se incide y decide en despachos muy alejados de las prisiones, por ello además de reflexionar y trabajar en construir alternativas, es necesario tener voz en esos espacios donde se van a tratar estas materias, si queremos decir algo sobre nuestro futuro personal y laboral.