lunes, 10 de diciembre de 2018

EL PSOE TIENE LA LLAVE AL CONFLICTO DE PRISIONES


El conflicto laboral en las prisiones del Ministerio del Interior se pudre, cada día un poco más, sin que nadie parezca tener la menor intención de mostrar un mínimo de responsabilidad para resolverlo mediante la negociación colectiva.



Las reivindicaciones del personal de las Instituciones Penitenciarias son justas en la medida que representan el termómetro del estado de la salud democrática demuestras instituciones y de los servicios públicos.

La Constitución, la Ley y la Judicatura (todo ello en cuestión también) son concluyentes, el cumplimiento de la pena está orientado a la reinserción social, y los servicios públicos contaran con los recursos necesarios para ello.

Es decir la estructura democrática que promueve la Constitución sitúa a las prisiones y los servidores públicos que trabajan en ellas como un elemento sustancial de la salud democrática del país.
No se comprende, en términos democráticos, por tanto la insistencia en proletarizar las condiciones laborales de estos servidores públicos, idea compartida en los hechos, por los dos partidos que han gobernado los últimos años, que han permitido una progresiva degradación social y laboral, que ha sembrado de frustración y rabia las relaciones laborales de un departamento esencial para la seguridad del Estado.

Si nadie parece cuestionarse las reivindicaciones laborales del personal de las prisiones, si las mismas no suponen un quebranto a las arcas del Estado y si otros colectivos de la Administración del Estado vieron atendidas en alguna medida sus reivindicaciones, la gran duda es la razón que oculta que el conflicto de las prisiones se putrefacta y se transforme de conflicto laboral en un conflicto político y democrático en el ámbito de la seguridad del Estado.

Los intereses en un espacio tan importante como las prisiones, son múltiples y contrapuestos, con muchos actores y no todos ellos visibles en el escenario. Se pueden aventurar algunas hipótesis que inciden en que los trabajadores de las prisiones estén secuestrados con sus demandas en el devenir de la lucha política.

No se oculta a nadie que el los servicios públicos son una bocado muy apetecible para las grandes corporaciones ansiosas de agrandar sus cuentas de beneficio, y tampoco como estas corporaciones tienen importantes vínculos, cordones umbilicales y puertas giratorias con el mundo parlamentario y de los partidos políticos. Ha habido un Ministro del Interior con intereses familiares en la seguridad privada y ahora hay portavoces de un importante grupo político que también tiene vínculos con éste lobby.

Privatizar los servicios públicos está en el ADN de grupos políticos como Ciudadanos o Vox, pero también por amplios sectores del PP y otros del propio PSOE. Privatizar las prisiones es un bocado muy goloso en términos económicos y políticos, en lo económico porque se mueven más de 1.100 millones y en lo político porque es un resorte determinante para cuestionar la acción del Estado.



Privatizar, es una guerra, y las guerras no son ya groseras, aunque sean igual de dantescas, se desarrollan la mayor de las veces entre la oscuridad de las bambalinas, y ésta lo hace creando las condiciones que determinen la inexorabilidad de la privatización.

Hay elementos preocupantes en esa dirección, se proyecta la idea de que las prisiones son caras y no sirven para nada. Cuestión fácilmente rebatible con datos objetivos pero que cala en el imaginario popular.

Se promueven cambios cualitativos estructurales “desde dentro” por un lado se trata de acotar como los únicos servidores públicos que son de prisiones, al personal de vigilancia. Y por el otro se intenta cambiar la funcionalidad quitándole contenido diferencial (como funciones de intervención tratamental) a este personal y exacerbando cuestiones meramente instrumentales (pistolas, robocop, ectra). Lo que les sitúa como personal fácilmente prescindible y sustituible por el personal de la vigilancia privada.

Junto a ello es necesario degradar las condiciones laborales, en primer lugar ridiculizando y cuestionando las organizaciones representativas sindicales para crear otras fácilmente manejables y que sean marionetas de las intenciones privatizadores. En segundo lugar devaluando la actividad profesional de este colectivo y poniéndolo en una situación de depauperación progresiva para cerrar el círculo haciendo responsable de la misma a los propios trabajadores y a sus representantes.

Y “voila” la privatización está en su punto, y los millones preparados para la cuenta de beneficios.
Otro elemento a no perder de vista es las consecuencias que para el colectivo y sus reivindicaciones tiene la integración del sindicato de prisiones Acaip en la UGT, que como todo el mundo sabe es un sindicato dependiente del PSOE y que en lo estratégico subordina su acción a los intereses de éste.

Esta dependencia de la afiliación de Acaip de las estrategias de la UGT y las órdenes del PSOE en un momento con el nivel de conflictividad laboral existente, es una aventura que seguro tendrá importantes consecuencias.

Algunas ya existen y es como el control que ejerce Acaip sobre la plataforma ha constreñido y limitado a espasmos puramente de propaganda electoral las actuaciones de la misma, todo el mundo evidencia un antes y un después en la estrategia de la misma, hasta el verano la dinámica movilizadora era intensa y después se ha quedado en mero postureo. Todo para no desgastar las opciones electorales de su partido y las suyas propias en las sindicales.



Los hechos demuestran que las opciones cortoplacistas no rinden beneficios, pues ahora el colectivo está más lejos de sus reivindicaciones, Acaip se desangra perdido en una carrera de ocurrencias que fortalecen a sus enemigos. Y hay nuevos actores en el escenario

La consecuencia inmediata es el cuestionamiento general del sindicalismo representativo y la irrupción de un sindicalismo de foto y pasillo que busca más lo estético que lo ético, pero que es peligroso por ser  un caballo de Troya del extremismo de la derecha populista Europea que a través  de la extrema derecha española trata de infiltrar el Estado, y sus espacio de la seguridad en primer lugar

Otro elemento para la hipótesis es el papel real que juegan en este drama dos personajes con una cultura política de la derecha tradicional nombrados para dirigir algo tan importante como Interior y las Prisiones, por un partido socialdemócrata como el PSOE, si entienden su apertura al centro sociológico con estas acciones, tienen un claro problema de interpretación de la realidad como atestiguó Andalucía.

Las consecuencias no podían ser buenas para el personal de las prisiones, se quedan en la casa y en el Ministerio todos los responsables del desastre y de la intolerancia de  la gestión del anterior equipo del Gobierno del PP, toda una declaración de intenciones.

Gritan dialogo, pero para que nos quedemos calladas, para que nos olvidemos de pedir nada, ni salarios, ni respeto. Se esfuerzan cada día en ser dignos continuadores de la obra de prepotencia y arrogancia de quienes les precedieron

Provocan permanentemente el desgaste sindical, presentan oferta y la retiran; hay huelga dicen que no hay ni un euro y dan productividad a manos llenas a los suyos; dicen que nos quedemos con lo de AGE mientras AGE reparte dinero para muchos otros colectivos por encima del Acuerdo Marco. Solo buscan provocar la humillación del colectivo penitenciario, desgastar a los sindicatos, enfrentar al personal entre sí y deteriorar el servicio público.

Y finalmente queda el PSOE, conocen al detalle lo que sucede, lo conocen tan bien que a veces puede parecer que hasta lo promueven,  miran para otro lado, y dejan que sigan maltratando al colectivo, probablemente esperando que haya un estallido “incontrolado” de gentes “incontroladas” que pueda saldarse con expedientes y sanciones, y permitir recuperar protagonismo a su sindicato UGTacaip como salvador en ese momento de las “dificultades” creadas, gestionando sanciones y olvidando reivindicaciones.

Convocar la primer huelga de la democracia a un Gobierno del PSOE tiene la consecuencia de que el colectivo penitenciario será el último en recibir nada, tienen el orgullo herido y ahí son tan irresponsables como peligrosos.

Probablemente los ideólogos de esa estrategia suicida y corto-placista de enfrentar al personal penitenciario y debilitar a los sindicatos,  para fortalecer que al final del proceso aparezca fortalecido UGTacaip,  sean algunos de los que diseñaron la “victoria” socialista en Andalucía, y con esa irresponsabilidad lo que están sembrando es un movimiento como jusapol en prisiones con un ideario preconstitucional y claramente instrumentalizado por los mismos partidos que utilizan a jusapol para sus intereses políticos.

Sacrificar los avances de un modelo penitenciario como el español, que con todas sus dificultades y claro oscuros significa un avance de modernidad y respeto a los derechos humanos y constitucionales, ejemplar a nivel mundial, por algo tan voluble como incontrolable, como son los resultados de unas elecciones sindicales, es como seleccionar a pirómanos para dirigir los bomberos.

Con estas actuaciones de tierra quemada, de despreciar demandas justas, de provocar gratuitamente, de menospreciar el sacrificio del personal penitenciario cada día dentro de las cárceles, de ningunear y ocultar las agresiones. Solo dan argumentos para que la extrema derecha tenga más razones para utilizar y sumar más apoyos entre el personal penitenciario.

Por esas razones se están inventando una idea nueva para justificar toda la parálisis y falta de respeto por parte del partido del Gobierno, dicen, de que el problema es el Sr. Marlaska que no hace caso de lo que le piden en el PSOE, pero es un argumento endeble, de mal perdedor y que no responde a la realidad, ¿desde cuando los subordinados imponen las condiciones a los jefes? No olvidar que el jefe en este caso es el PSOE, que es quien apoya la gestión del Ministro en el Parlamento en cada ocasión que es necesario


O tal vez sea solo un argumento para consumo interno, argumento para justificar a las bases de Acaip que apoyen su disolución dentro de UGT, como algo inevitable para poder negociar desde una organización fuerte, lo abre la misma pregunta de siempre, ¿negociar para qué?

¿Para seguir tapando las vergüenzas de un partido que no entiende lo que está pasando en Instituciones Penitenciarias y como no lo entiende lo desprecia, como despreció los cambio que se venían anunciando en Andalucía?

Pero con todo, lo más importante es no perturbar la convivencia dentro de las plantillas de prisiones, si la irrupción de las camisas negras en las marchas de los sindicatos no es pacífica, respetando la convocatoria y a quienes la convocan, no solo será un mal precedente, sino que abriría tiempos difíciles para la convivencia laboral en prisiones.

Las camisas negras tienen derecho a ser sindicato, tienen derecho, si las urnas se lo dan, a sustituir a Acaip como organización sindical mayoritaria en las prisiones. Pero no tienen derecho a abrir la confrontación dentro de las prisiones, y tampoco tienen derecho a subvertir los principios legales democráticos y constitucionales de nuestro sistema penitenciario para apoyar desde el Estado las opciones de un partido político, por muy extremista y de derechas que éste sea.

Por el bien de la democracia, del sistema público de prisiones, todavía queda una última oportunidad para salvar la situación. Convocar la negociación colectiva y atender las justas reivindicaciones del personal de prisiones que con tanto entusiasmo apoyaron desde el PSOE en la oposición.

No caminar en esa dirección hará que el incendio se propague, y vuelvan a la derrota sus apuestas cortoplacistas, porque no servirán para nada y Acaip será sustituido por otra organización sindical que no controlan, pero lo peor de todo es que perderemos el sistema público de prisiones, abriendo la puerta a su privatización, y ese es un lujo que no puede permitirse un partido del Gobierno contra la ciudadanía española

martes, 27 de noviembre de 2018

#SOSPRISIONES, CAMINANDO HACIA NINGUN LADO


Es cierto que tengo mucha satisfacción por el comportamiento del colectivo del personal de prisiones, que, aunque con desigual intensidad según áreas y centros han expresado con nitidez su voluntad de cambiar el actual estado de decadencia laboral en las Instituciones Penitenciarias.

Todas las que participamos activamente, pasándonos por el piquete vimos allí a los delegados y delegadas a los que tanto se les denostó, la mayoría de las veces injustamente. Cortamos los accesos, tuvimos encontronazos con los chicos de jusapol y se manifestó un ambiente de bastante buen rollo en la plantilla, y se respiraba unidad como hace muchos años, al menos en mi centro.

Todos eso porque creemos que lo que reivindicamos es justo y que además de dinero es urgente que se nos reconozca, queremos respeto y dignidad, que no seamos el agujero negro de la Administración del Estado, que se deje de ningunearnos comparándonos con otros. Nuestro trabajo es único, porque lo hacemos en unas condiciones extremas, con miles de reclusos que están encarcelados contra su voluntad y muchos de los cuales tienes serios problemas mentales que acaban aumentando una cifra de agresiones brutales que la Administración trata de ocultar con la activa complicidad de las cúpulas de UGT y CSIF que defienden el Peafa

La huelga ha sido un éxito, pero también ha servido para evidenciar otras cosas menos glamurosas, como por ejemplo la enorme distancia de los líderes sindicales de prisiones con la realidad de las que padecemos cada día trabajar dentro de una prisión.

Nuestros líderes sindicales, llevan demasiados años alejados de nuestra realidad, urge una renovación generacional, sus propuestas tienen más que ver con mantenerse en su poltrona, o como echarle la zancadilla al de la otra sigla, pero muy poco que ver con dar soluciones a los problemas de las que cada día entramos a por los garbanzos en una prisión.

Al otro lado de la mesa no están las cosas demasiado mejor, un Ministerio de Interior que nos da palmaditas como intentando hacernos el ilusionismo de que nos apoya, pero que nos reprime, nos deja que nos agredan y rebaja nuestras condiciones de vida de un modo vergonzante.

El no responder de ninguna manera a nuestras reivindicaciones, de no reunirse con nuestros representantes sitúa al Ministro Marlaska en una clara situación de falta de respeto por unas personas que defendemos el Estado de derecho, que trabajamos para reinsertar y lo hacemos cada día en peores condiciones. Si no hay respeto, no hay nada más, y en estos momentos nadie nos respeta y eso alimenta nuestra rabia y coraje.

Nuestros sindicatos nos hacen, en su última nota, una propuesta para seguir peleando, pero más que propuesta parece una ocurrencia, no se pueden hormonar nuestras reivindicaciones, no nos dicen cómo vamos a conseguir lo que pedimos, lo que necesitamos, lo que es justo.

Nos vamos de procesión por las sedes en Madrid de los mayores partidos, pero estamos fuera de cobertura de la realidad, o qué nos pasa, ya hemos estado con todos los grupos, todos los diputados, con todos los políticos, todos nos apoyan, todos se solidarizan y todos nos niegan el pan y la sal. Ahora lo haremos por registro, nos tomáis el pelo y pretendéis que os acompañemos.

La segunda ocurrencia, es aún mejor, huelga de siete días decís, como se nota que no os hacen descuentos en la nómina a vosotros y vuestras liberaciones, o que tenéis un desahogo económico fruto de tantos años de actividad de lucha. Las simples mortales tenemos quep agar hipotecas, los libros de los críos, la luz, el gas, esas cosas que hacen que nuestra nomina no sirva para mucho.

En esa presunta propuesta de huelga hay varias cuestiones que no me quedan demasiado claras, porque el personal de servicio diario tenemos que hacer más días de huelga que el resto del personal, ¿no tenemos la misma consideración que el personal de interior para los sindicatos convocantes?

Pero con todo lo más preocupante es ¿para que nos llevais a la huelga?, cuando ya todo el mundo dice que ya han dicho desde la Administración, desde el PSOE y desde los partidos políticos que no va haber ninguna subida porque no habrá presupuestos y porque no quieren que haya subidas de otros colectivos arrastrados tras prisiones

Y si saben que esta lucha va para más largo, porque quieren una huelga radical, no saben organizar otras medidas de fuerza que no nos hagan temblar nuestra paupérrima economía, yo tengo la sensación de que como son incapaces de analizar la realidad y nos han llevado a un callejón sin salida, y además quién manda en la plataforma es Acaip y su fracaso en la gestión del conflicto puede llevar a que fracase también su fusión con UGT y claro alguna lumbrera de medio pelo pensó que lo mejor es una huida hacia adelante, y salvar la fusión a costa de los euros de las trabajadoras, corriendo hacia el precipicio del extremismo mas absurdo.

Radicalizar la huelga, hacerla segun parece contra un grupo particular de trabajadores y no contra la Administración, es apostar y esperar a ver cómo se gestionan expedientes y las multas y con todo ese sarao de egoísmo sindical la gente habremos perdido los descuentos, las reivindicaciones y tendremos que ser “solidarios” con las sanciones que nos hacen perder todo eso por la incompetencia sindical.

Por el otro lado del mediocre mundo reivindicativo penitenciario está el nuevo sindicato de las camisas negras, que también saben que no hay nada para el personal de prisiones este año, pero que presionan a Acaip para que les haga su trabajo de radicalizar y tensar los centros y las plantillas en un conflicto para el que no tienen ninguna salida, pero que les vendrá muy bien para echar la responsabilidad la culpa a los sindicatos, desmontando Acaip y ocupando su espacio sindical con una
involución en prisiones de más de treinta años.

La radicalidad de un Ministerio sordo, más la radicalidad de unos sindicatos descabezados y sin liderazgo, más la radicalidad de los que quieren volver al pasado más negro nos llevan a la gente común que trabajamos cada día con entrega para que todo funcione mejor al abismo de la irracionalidad y la desesperación.

A pesar tanta mediocridad, incompetencia y mala fe, yo no dejaré solo a mis compañeras, que también son víctimas de la manipulación y grosera utilización, estaré con ellas, aunque tenga que pedir un crédito para pagar mis facturas o tal vez encuentre mis propias fórmulas para reivindicar sin que se suicide mi economía.

Gracias por despeñarnos con vuestra soberbia, incapacidad y pocas luces
Gracias por cogeros las horas sindicales durante la huelga
Gracias a los liberados que no hacen huelga y no pierden ni un euro
Gracias por vuestra hipocresía

miércoles, 31 de octubre de 2018

NOCHE DE HALLOWEEN EN EL PALACIO DE LOS CONDES DE CASA VALENCIA

La noche de víspera de difuntos es algo que siempre se ha tomado muy en serio en los palacios y palacetes de nuestra hidalga España, quien más y quien menos cuenta con algún difunto guardado en algún cajón esperando el indefinido momento propicio para explicarlo.

El Palacio de los Condes de Casa Valencia no es la excepción y siempre por estas fechas encuentra motivo para temer de lo que le depara a sus moradores la línea que une este mundo con el otro mundo, con la llegada del Samhain celta, se desatan todos los fantasmas

En este noble palacete decimonónico, entre el crujir de envejecidas maderas que han visto pasar todo tipo de personajes deslizándose sibilinamente para no despertar ningún mal recuerdo o vivencia mal vivida, tiene en estos días voto de silencio.

A pesar del estrepito de cadenas y vociferantes rostros crispados, que afirmaban ser miembros de la cofradía de las prisiones desde un exterior acotado y constreñido para que su estruendo no se volviera contagioso. El silencio se ha adueñado de todas sus estancias, es el silencio de los que no pueden ver por más que abran los ojos, el silencio de oídos sordos, o tal vez, el silencio de la impostura que se retuerce contra la realidad que golpea a su puerta pidiendo que la verdad se abra paso.

Ciertamente la decisión de albergar al Ministerio del Interior en este palacete ha sido una notable coincidencia con el destino, el más silencioso de los ministerios en un palacete lleno de memoria silenciada.

Pero es Halloween, otra impostura de nuestra realidad, colonizadas nuestras mentes por foráneas vivencias que asumimos hasta el más profundo de los silencios cómo propias, pero al menos estas fechas siempre traen con ellas tradicionalmente el susto o la muerte.



¿Sera suficiente tanto silencio como para acallar los gritos de justicia y de verdad que el personal de las prisiones clama durante años en el desierto del parqué político? ¿Podrán éstos muros borrar, en la era digital, los alborozados compromisos que los actuales arrendatarios brindaron al populacho talegüero en sede parlamentaria? 

Tal parece que no hay suficiente silencio como para acallar la injusticia sostenida en el tiempo contra quienes cada día sirven al Estado en la trinchera de la reinserción, podrán ser sometidos, pero no vencidos.

Tal vez hay quien ambicione reencarnarse en rey de Epiro y someter con victoria pírrica las demandas de prisiones, como la de acabar con la brecha salarial, de que se tenga el personal presupuestado y no haya 3.500 vacantes, de que las agresiones dejen de ser un acto de normalidad y, sobre todo, que el respeto, la dignidad como colectivo y como personas deje de estar manoseados y pisoteado como si en tiempos de Epiro siguiésemos.

La efímera vivencia de los que pasan por el ejercicio de la política, debería motivarles hacia la empatía con los administrados y el bien colectivo, porque ya la sabiduría de Umberto Eco nos advirtió de que “El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda.”
Son tiempos de dudas, no hay certezas en el dogmatismo y el silencio es el mayor de los dogmas, no hay respuestas simplonas para contingencias complejas, y sin lugar a dudas las Instituciones Penitenciarias atraviesan una de esas contingencias complejas

El sistema penitenciario español es un modelo que ha sido capaz de sobreponerse a una herencia de oscuridad y dolor, hasta situarse como unos de los sistemas penitenciarios no solo mejor considerados, sino también más eficientes a nivel mundial. 

Si los profesionales que han conseguido tal proeza están movilizados en una permanente defensa para que no pueda abandonarse a su suerte éste sistema público, concitando confluencias de dispares sentimientos, es  síntoma de que algo va mal en la gestión de las cárceles en España en estos momentos, y si hay algo mal en las cárceles es que hay algo mal en la sociedad española, y la respuesta del Ministerio del Interior no puede ser la del silencio, la indolencia como arte, o la de ver en la crítica un asalto a la autoridad.

Solo desde la más perversa de las miopías se puede circunscribir el conflicto de prisiones como una cuestión laboral, presentarlo como que miles de trabajadoras y trabajadores penitenciarios solo quieren más dinero es no entender nada de lo que está pasando, y cuando no se entiende lo que pasa lo natural es el error. Y el error siempre alimenta más errores

El conflicto nace de demasiada indolencia sostenida en el tiempo, la indolencia de generar expectativas y solo devenir con más demandas. El primero de los sentimientos es el del abandono, el de la falta de reconocimiento del compromiso que diariamente hacen estés servidores públicos, grave error sin dudas, que reiteran gobiernos de distintos colores. Pisotear sentimientos es sin lugar a dudas más peligroso que arrebatar derechos.

Pero lo que realmente está en cuestión es el propio modelo penitenciario, porque el hartazgo y la falta de compromiso reiterada con la Constitución y la reinserción se materializa en el castigo en los trabajadores que ejecutan en nombre del Estado esas tareas.

El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos nos dice Dostoievski y efectivamente poner en riesgo ese grado de civilización de la sociedad española por algo tan básico como dialogar y abordar la defensa del sistema público y de sus servidores no es asumible para una sociedad moderna.

Porque el Ministro debe de saber que el diálogo, diálogo y diálogo que prometía al colectivo no es imponer y acatar, es escuchar y solucionar, como acertadamente reconoció las demandas son justas y lo son porque son demandas que fortalecen y modernizan el sistema penitenciario, porque sin lugar a dudas sin personal penitenciario no hay reinserción.

No es creíble que el problema para no dialogar, ni negociar con los sindicatos de prisiones después de tanto tiempo de movilizaciones y varios días de huelga, sea una cuestión presupuestaria o económica. Porque hablar de que no hay 45 millones anuales para mejorar nuestro sistema penitenciario público y para que haya más reinserción en un país que se gasta decenas de miles de millones en bancos privados, autopistas privadas, definitivamente seria inmoral si la razón fuese económica
.
Pero incluso en términos económicos, la falta de rigor se impone, estamos hablando de mejorar las tasas de reinserción, de reducir el impacto del costo del delito al Estado y a las victimas, ¿nos quieren hacer creer desde el Ministerio y o desde los oscuros recovecos de la Función Pública que ninguno de sus acreditados asesores, que recomiendan ignorar las demandas de prisiones, no ha sido capaz de hacer las cuentas del impacto de mejorar la reinserción?, por ejemplo, en un punto anual. Estamos hablando de generar un ahorro al Estado y a la ciudadanía, de 10 veces la cantidad invertida en potenciar la reinserción. No puede ser que alguien se esté planteando un modelo de gestión económica donde se priorice, valga de ejemplo, vender el coche para tener gasolina.

Salvo que el pensamiento de trascendencia se sitúe en el territorio del “cuanto peor mejor”, mantener esta situación sería una apuesta suicida por la implosión de un servicio esencial del Estado, porque el “cuanto pero mejor”, no será ni para el Estado, nunca para el servicio público de prisiones y por supuesto nunca tampoco para los miles de empleados públicos comprometidos con la Constitución y su aplicación en las prisiones.

Jugar a gestionar el incremento de la frustración del personal penitenciario como instrumento para la debilitación de los sindicatos representativos de prisiones es abrir la caja de pandora a las hordas bárbaras que asedian las murallas del imperio de la ley. 

Abrir las puertas, por acción u omisión, a quienes defienden situarnos en su sistema penitenciario preconstitucional y claramente punitivo tiene un alto grado de responsabilidad, no cabe engañarse con ello, estamos asistiendo a dar todas las facilidades a quien te quiere destruir, como ya hacen nuestro queridos sindicatos apoyando y asociándose con quienes solo buscan su destrucción, pero no les podemos pedir más a ese grupo narcisista que no conoce la realidad de los profundos cambios generacionales y sociológicos que se han producido en el colectivo penitenciario.

Los fantasmas que recorren hoy el Palacio de los Condes de Casa Valencia se difuminan entre los pliegues de las vanidades y el crujir de las cadenas del abandono, pero son fantasmas con nombre, se llaman compromiso con el servicio público y un sistema penitenciario Constitucional, deberían de tener miedo quienes habitan esas paredes porque pueden trascender como los artífices de haber destruido un sistema penitenciario moderno y eficaz.



Despierten, saquen del cajón ya el difunto de la negociación, articulen respuestas a las justas demandas de un colectivo ultrajado, atajen la frustración que el silencio y el olvido están generando.

Trasciendan sí, háganlo, pero como patriotas que defienden libertad, democracia y Constitución.

Una noche de susto para que no se convierta en muerte, el Palacio duerme, pero sus fantasmas no.

jueves, 25 de octubre de 2018

CAMISAS NEGRAS, EL CAMINO DE LOS SUEÑOS ROTOS


Hace un siglo, Italia estaba sumida en una profunda crisis política, económica y social, fruto entre otras causas, de las consecuencias de la primera guerra mundial, de las tensiones coloniales y de las contradicciones generadas dentro de las capas trabajadoras muy conservadoras y la creciente fuerza del sindicalismo de clase.

Frente a este estado de cosas, en un estado general de frustración generalizada y con un profundo resentimiento nacionalista se organizan las camisas negras, en torno a la expresión de la exaltación de la irracionalidad en la conducta y los sentimientos, llenos de intolerancia y ciego fanatismo.

El resultado es conocido, la crisis se agravó, la frustración aumentó y la derrota recorrió Italia, llenándola de cientos de miles de muertos y destrucción tras pasar por una férrea dictadura. El atajo a la historia se convirtió en un cementerio.

La situación actual es diferente obviamente, sobre todo porque los siglos no pasan en balde, aunque a veces la historia se repite, aunque sea ya como farsa y por ello no podemos obviar que  hay elementos recurrentes de crisis anteriores en la situación actual, la desigualdad aumenta en su expresión más brutal a lomos del neoliberalismo global, las guerras de religión son la coartada que sustituye a las guerras coloniales, el contrato social que cohesiono Europa está roto diluyendo en un ácido de realidad el mito de la clase media, la acracia neoliberal se rebela contra el establishment del que forma parte.

Y frente a la toda la frustración, desigualdad social, la receta siempre es la misma para los que se empecinan en repetir como farsa la Historia: autoritarismo y fuerza, con el aglutinante del individualismo global contra los ”otros”, representado en la formula identitaria del clan.

El campo de lo sindical no es ajeno a esta profunda crisis y transformación que se viene produciendo, el mundo de las grandes fábricas y de  la industria básica ha muerto, la fragmentación laboral es total con claras situaciones de antagonismo entre trabajadores, la precariedad es un estado de normalidad y un modelo de relaciones laborales, el trabajo no es ya una herramienta para no ser pobre, el futuro es hoy y las nuevas generaciones no tienen un horizonte de seguridad, la revolución digital prescindirá de millones de personas sin alternativa personal ni laboral.

Todo ello conlleva inevitablemente a que la dialéctica de las organizaciones sindicales no este ajustada a esa nueva realidad laboral y social, porque ahora el discurso desde lo racional y lo objetivo no tiene la potencia necesaria para satisfacer las expectativas generadas de lo inmediato por las “necesidades” del idealismo y lo emocional que priman actualmente en el hegemónico individualismo laboral del sálvese quien pueda.

Obviamente el mundo laboral de las prisiones no puede ser ajeno a la realidad que le rodea, es más, aunque pueda parecer paradójico, por el factor de seguridad laboral intrínseco al mismo, probablemente sea más sensible que otros a estos nuevos fenómenos, por el componente sociológico que determina el trabajo en una organización laboral cerrada con una escala de valores propios y donde el miedo a la inseguridad “vital” adquiera una relevancia no fácilmente entendible desde una perspectiva externa, donde elementos como el reconocimiento social, la identidad de grupo, la renovación generacional, y la generación de expectativas endógenas, conforman factores que dimensionan nuevas necesidades a las que dar respuesta desde la objetividad y la racionalidad del mundo sindical es complejo.

El mundo penitenciario ha tenido profundos cambios en las últimas décadas en España, los avances son incuestionables, tanto es así que han situado al sistema público de prisiones español entre los más destacados en materia de derechos humanos, reinserción, o infraestructuras.
   
Pero, no menos cierto es que los avances en el mundo laboral del personal penitenciario no han ido al mismo ritmo, como demuestra, por ejemplo, la política del último plan de amortización donde se generan fuertes inversiones en modernizar infraestructuras, pero no se generan recursos para dotarlas de personal.

El personal penitenciario evidencia una serie de necesidades objetivas que no están siendo atendidas en un dilatado tiempo, como pueden ser, retribuciones vinculadas a su eficiencia y función social, protección efectiva frente a los riesgos para la salud, con especial atención al grave problema de las agresiones, las necesidades formativas ante las nuevas exigencias que el cumplimiento penal demanda, la posibilidad real de la carrera administrativa, tanto horizontal como vertical, o los mismos concursos de traslados hipotecados  por una agónica carencia de personal, con más de 3.500 plazas sin cubrir.

Frente a toda esta problemática, cierto que, con desigual intensidad, y diferente responsabilidad el sindicalismo institucional o representativo en prisiones no ha sido capaz de obtener resultados que abordasen esas necesidades en favor del personal penitenciario, todo ello agudizado sin duda por la profunda crisis económica y los recortes padecidos en el sistema público en España.

Con las necesidades objetivas y racionales que demanda el buen funcionamiento del sistema, cuando quedan postradas durante años, la frustración y el desencanto crecen empujando a la objetividad hasta que se desliza por la pendiente de las emociones y se trasforman en un problema de abandono, marginalidad, ostracismo, donde la necesidad ya no es colectiva sino es una necesidad vital personal.
Es en este caldo de cultivo, y de un modo tan organizado y como rápido donde toma presencia y cuerpo en las relaciones laborales en Instituciones Penitenciarias, un autoproclamando movimiento “asindical” de camisas negras que bajo la consigna de “tu abandono me puede matar” ha irrumpido con un claro mensaje anti-sindical.

Es un movimiento que se instala en la ambigüedad calculada, su mensaje se utiliza según pueda interesar contra la administración, contra los sindicatos o contra cualquiera que consideren no sigue ciegamente sus postulados. Es decir, volvemos al inicial planteamiento de hace cien años, el aglutinante del individualismo global contra los ”otros”, representado en la formula identitaria del clan, el clan de las camisetas negras.

Se abren importantes interrogantes respecto a este movimiento, es evidente que las condiciones objetivas existen, radican en la degradación laboral y prepotencia que reina en las Instituciones Penitenciarias, pero sus alternativas frente a las mismas son un correlato de “deseos” y ”quieros” construidos con un copia y pega de las demandas tradicionales de los sindicatos y sin que se exprese mayor estrategia para alcanzarlos que la de presionar a los sindicatos y  aderezada de alguna demanda generalista a la Administración

Lo que debe de llevarnos a reflexionar en cual es la diana real del movimiento cuando el primer objetivo de su movilización son las fuerzas sindicales, que, con todas las carencias y debilidades, son las que sostienen los derechos laborales.

Otra cuestión, no menor, es que el crecimiento de las “camisas negras” se produce con la incorporación de dos tipos de personal, gente con muchos años laborales en prisiones y que se destacan por no haber participado nunca en movilizaciones o protestas reivindicativas y una generación más joven que se ha incorporado en los últimos diez años y que tampoco se ha involucrado sindicalmente, todo ello dirigido por personas vinculadas sindicalmente y que no han encontrado un espacio para ellos en sus organizaciones.

Por otra parte, está la siempre escabrosa cuestión de las finanzas, es un terreno donde no parecen tener especiales dificultades y que tratan de justificar como aportaciones personales, pero que indudablemente suscita dudas de credibilidad.

Siempre que se ha organizado algo con rapidez y capacidad de impacto se ha hecho porque hay financiación externa con intereses concretos en el desarrollo de la organización, la financiación puede provenir en éstos casos del mundo empresarial o del mundo político, o de ambos con intereses entrecruzados, sería interesante que este tema tuviese cierto nivel de transparencia, sobre todo con los potentes intereses existentes por las grandes corporaciones con hacer negocios de la privatización de los servicios públicos, máxime en uno tan goloso como las prisiones donde es público el interés en su privatización

La otra cuestión es que correlato político sostienen a un movimiento de estas características que, aunque se presenta como ansindical y sin un aparente mensaje político, es precisamente ahí podría radicar el potencial de su proyección política, no obstante, si es evidente, que por parte de grupos de la extrema derecha hay un especial interés en captar personal en los ámbitos de la seguridad del Estado y un movimiento de estas características abre múltiples oportunidades. Por otra parte, desde organizaciones políticas, del propio establishment les sería de gran utilidad contar con un Ministerio del Interior sometido a tensiones desde dentro, que facilitase su discurso político utilizando las mismas para desgastar al Gobierno.

En definitiva, nos encontramos ante un fenómeno sindical y político incipiente, pero para nada espontáneo que se desarrollará en los próximos meses y podrá ser relevante en la política penitenciaria española en un medio a corto plazo.

Por lo tanto, no se trata de demonizar, o generar calificativos, contra un movimiento de gentes normales en su inmensa mayoría que lo único que han encontrado un cauce que canaliza sus frustraciones profesionales. De lo que se trata es de generar políticas laborales adecuadas para cortar el suministro de razones para que el movimiento se expanda, es decir, políticas de relaciones laborales que atiendan las demandas objetivas y fortalezcan el sistema penitenciario como servicio público en el marco constitucional.

En ese terreno los agentes principales serán sin duda las organizaciones sindicales, que deberán de ser capaces de tener la habilidad y capacidad de representar las demandas, que son suyas, y que son las que justifican la articulación de este movimiento. Es decir, tener la capacidad de exigir y gestionar soluciones prácticas para problemas reales, porque si lo que tienen es la tentación de contrarrestar entrando en la confrontación de lo emocional habrán perdido, porque las emociones son subjetivas y particulares.

Por supuesto el Ministerio del Interior debería poder estar en condiciones de acreditar tener alguna política penitenciaria con  responsabilidad de Estado y ser capaz de comprender los retos que tiene frente a si,  que no son meramente laborales y tienen un profundo componente político desde la óptica de la seguridad del Estado, no tratando de ningunear unas demandas muy objetivas y reales, a la par que necesarias para el desarrollo de un modelo penitenciario moderno y reinsertador. Jugar con las necesidades y emociones del personal de prisiones no es una apuesta muy inteligente, es temeraria y demuestra un desconocimiento profundo de lo que se gestiona, salvo que lo que se pretenda sea echar gasolina al fuego.

El presunto argumento que desde los Gobiernos siempre se tiene la tentación de esgrimir, sobre el gasto público, solo demostraría no haber comprendido absolutamente nada de lo que es y para qué sirve un sistema penitenciario moderno, la reinserción no es un gasto es una inversión para ahorrar en costos sociales y económicos, y además es rentable.

Si el camino sigue como hasta ahora, al albur de los cientos, con engaños y mentiras, tratando de doblegar a los trabajadores por inanición,  las camisetas se transformarán en camisas y el negro desprenderá fuego que se materializará en un sistema de prisiones más vulnerable, con fuertes tensiones internas, con una bajada exponencial de la calidad reisertadora actual, y donde lo punitivo será central y estará presente como demanda generalizada ante la degradación de un sistema penitenciario al que no se ha sabido defender, por parte de los que se les llena la boca de reinserción y Constitución, todo por algo tan banal,  por el corto-placismo y la mediocridad de unos gestores políticos que solo trabajan en el narcisismo de una agenda de lo inmediato.

Solo el camino de la negociación cierra las puertas a los senderos de los sueños rotos, solo habrá o liderazgo o rompedores de sueños. Ese es el reto

martes, 4 de septiembre de 2018

PRISIONES: ¿MOVILIZACION O PAZ SOCIAL?


Que los sindicatos repiten con cansina insistencia a los funcionarios de prisiones, su mantra acerca de lo mal que están las cosas en Instituciones Penitenciarias no es ninguna novedad, vemos diariamente que quienes firman dejarnos sin protección frente a las agresiones sacan notas quejándose de ellas; o aquellos que denuncian que faltan miles de plazas y no tiemblan en dejarnos sin ellas y firman acuerdos con la Administración para reducir plazas del C1 y ampliarlas al C2. Es decir, asistimos a un baile de confusión donde nos tratan al personal como menores de edad, a los que se les puede manipular con cualquier baratija que brille.

Pero realmente, ¿qué cosas estamos haciendo, para que esa realidad tan dramática que se dibuja en los panfletos sindicales cambie?, para que cambie nuestra paupérrima realidad laboral como personal público en las prisiones. Y digo hacemos, porque de las debilidades de los sindicatos también somos responsables las que estamos afiliadas a ellos.

Ciertamente no hay demasiadas cosas por las que brindar, más allá del teatrillo rococó y pestilente con el que nos obsequian nuestros representantes enfrentándose entre sí y acusando a los demás de lo que ellos no hacen.

Nuestra realidad laboral ha sufrido un importante retroceso en los últimos años, muy importante por tratarse de un servicio público especialmente sensible, con las libertades y los derechos fundamentales en juego. Aunque tampoco seamos cínicos, hay colectivos que han sufrido las garras de la crisis con más rabia que nosotras, hasta extremos de ser expulsados de los estándares occidentales de la supervivencia.

Pero si es cierto, que hemos perdido derechos, hemos perdido mucho poder adquisitivo, casi un 18% desde que Zapatero nos cosió los zapatos de nuestras nóminas, la falta de personal además del aumento de la carga de trabajo, tiene mucho que ver con las agresiones, que están estratosféricas, básicamente porque nadie tiene interés en prevenirlas, y piensan siempre a corto plazo, en réditos políticos o titulares de prensa, que se pagan con la sangre de funcionarios y funcionarias agredidos.

Todo este panorama de atonía general, de conformismo entre las plantillas, del ordeno y mando de una Administración tan incompetente como autoritaria, de la confrontación sindical, del agujero negro de nuestros derechos, parecía que se iba a invertir cuando el 11 de enero se alcanzó un acuerdo entre Acaip, Csif Ccoo y Ugt, que representan el 100% de la mesa de negociación. Era un acuerdo de mínimos, cierto, faltaban muchas cosas, cierto, pero era el único acuerdo posible, el único acuerdo en decenios con todas las siglas firmando.

Pero el gozo y la esperanza duraron poco, el determinismo de la historia sindical de prisiones se impuso de nuevo al día siguiente, Csif desautoriza a su representante, el responsable del sector de la AGE y comienza a maniobrar para dinamitar el acuerdo desde dentro, convocando movilizaciones para otros fines utilizando la manifestación unitaria de prisiones.

Es cierto que ello no representaba nada nuevo, pues hasta el 10 habían maniobrado y presionado a las otras organziaciones para marginar a Acaip de cualquier movilización o negociación, pero todas nos creímos que había cambiado algo, que habían aprendido  y que le unidad respecto a mínimos era posible.

Pero lo cierto es que la dependencia del Gobierno del PP de Csif lo presentaba como quinta columna en cualquier tipo de movilización reivindicativa frente al mismo, tal vez eso explique su firma del acuerdo, pensaban poder dominarlo desde dentro y aliviar la presión que la incompetencia del equipo directivo de prisiones recibía. Csif prefirió seguir a las órdenes de Yuste que ser un instrumento reivindicativo útil para el personal penitenciario.


Para ello se doto de una política sindical extremista, para tratar de presentar a sus adversarios sindicales como débiles y poco reivindicativos, recupero la equiparación con Cataluña como bandera, a la que había renunciado el 11E, se llenó la boca de unidad después de romperla de un modo bastante rastrero, para acabar hoy presentándose como una víctima de la incomprensión de la mayoría, en definitiva, todo un ejercicio de cinismo sindical y manipulación política.

Las otras tres organizaciones que respetaron el acuerdo del 11E se constituyeron en Mayoría Sindical e impulsaron y organizaron importantes movilizaciones, la del 24F, en los centros, el encadenamiento ante SGIP, explicación a políticos, propuestas parlamentarias y una larga cadena de iniciativas que pus el problema de prisiones en la primera plana de la comunicación y que ayudo a desperezarse a sectores del colectivo penitenciario.

Y todo esto fue posible gracias a una nueva dinámica sindical de Acaip, ésta organización llevaba muchos años anquilosada como gestora servicios para afiliados, a la sombra de algunas promesas que la Administración les había hecho, pero si construir ninguna alternativa para enfrentar el deterioro de la institución penitenciaria.

Acaip como sindicato presidencialista, tiene dinámicas muy personalistas que arcan su acervo a la hora de construir discurso y comprometerse con las necesidades del colectivo. Y se produjo un hecho importante que explica ese cambio de dinámica, la sustitución del anterior presidente por otro nuevo.
El acceso del Sr. Pascual a la presidencia de Acaip marca un reverdecimiento reivindicativo para esta organización, con una apuesta personal y singular muy importante, la de visualizar la necesidad de aliar el musculo organizativo de ACAIP con la capacidad institucional y representativa de las grandes organizaciones confederales, CCOO y UGT.

Es cierto que ese presidente recibe muchas críticas del establishment sindical y penitenciario, que ha cometido errores de cálculo en su política sindical, pero no menos cierto es que sin su decisión de empujar la movilización en la defensa del colectivo, nada de lo que se hizo hubiera sido posible. Y no vale es la cobardía de tratar de utilizar las acusaciones de quienes lo querían eliminar porque confrontaba realmente con las políticas regresivas penitenciarias como un demerito, cuando en realidad esas acusaciones son un valor para su compromiso personal y su defensa de las demandas del colectivo, siempre que se cuestiona el orden establecido, la reacción no se hace esperar, menos en un aparato del Estado, de máxima seguridad como son las prisiones.

La mayoría sindical es un valor en sí mismo, porque tiene la capacidad de la movilización y de la representatividad necesaria para alcanzar las reivindicaciones que se necesitan para salir de la situación institucional que padece el personal de instituciones penitenciarias.

El cambio de Gobierno obligo a que las movilizaciones fueran suspendidas para poder tener una interlocución y una negociación con los nuevos gestores de la Administración, es un momento que posibilita más cambios en el mundo sindical de prisiones que tendrán sin duda incidencia en el desarrollo de la capacidad de presión del colectivo penitenciario.

Aun a pesar de que objetivamente se produjo un frenazo de la presión, se desarrollaron dos movilizaciones interesantes con un importante nivel de seguimiento, la del 2 de agosto contra las agresiones y la de Sevilla del 1 de septiembre, que demuestran que la fórmula de la mayoría sindical tiene capacidad en la calle para mantener la presión, y que por tanto tiene la exigencia de trasladar esa presión de la calle a la mesa de negociación.


Pero esa certeza objetiva, contrasta con las interrogantes que se abren respecto a que se va a hacer frente a una Administración “muy bien hablada” pero que no resuelve la problemática de fondo y se dedica a tirar balones fuera, dar largas y no resolver nada, la inseguridad presupuestaria marca la agenda.

Probablemente, mucho de lo que suceda a partir de ahora tendrá que ver con la “suavización“ del empuje movilizador que tenía Acaip hasta mayo y que sin duda guarda relación con hitos de carácter político, el primero de ello el retorno del anterior presidente del sindicato, que fue quien lo dirigió durante todos los años de sindicalismo pasivo. Y también como no puede ser de otro modo, por tener nuevos interlocutores con nuevas dinámicas en la Administración

Por otra parte, es público que existen movimientos para tratar de modificar el mapa representativo sindical en la Administración General del Estado, y en los cuales Acaip está especialmente implicado, y que se debate actualmente entre CCOO y UGT para una fusión o alianza electoral.

En este aspecto no son menores los temores que se tienen en el PSOE y en el Ministerio de Interior a una alianza entre el musculo de Acaip y la política de confrontación de CCOO, por lo que se les ha lanzado un mensaje claro a la dirección de Acaip, de aliarse con alguien debe de ser con UGT, que es un sindicato más de Gobierno, mas “útil” y para obtener algún acuerdo en prisiones esa alianza debe de materializarse de una forma satisfactoria para no generar inestabilidad en las prisiones con demandas “exageradas”.

Por ello, en contra de lo que circula en redes, la fusión de Acaip, independientemente de lo que piensen sus delegados, será al final con UGT, y eso tiene implicaciones directas sobre la movilización y la presión frente a la SGIP. UGT, al igual que CSIF con el anterior Gobierno, no quiere poner en dificultades a los “suyos”, al Gobierno de Sánchez y dentro de la mayoría sindical defiende posiciones conciliadoras y de desmovilización.  Si UGT definitivamente absorbe a Acaip, esas posiciones serán las que triunfen en la mayoría sindical.

Esto explica las movilizaciones de perfil bajo que dicen tener para este mes, con concentraciones en un par o tres centros, pero sin generar disfunciones de una presión real, ni disputar la fuerza a la Administración dentro de los centros de trabajo, son movilizaciones “escaparate” para aparecer en alguna nota de prensa, pero no para poner en dificultades al Ministerio con el que parece han sellado ya la paz social.


Claramente la tendencia de la mayoría sindical parece dirigirse a un sindicalismo de conciliación, con una negociación de trastienda, UGT busca obtener un acuerdo de cara a las EESS del año próximo que les refuerce en su fusión con Acaip, el Gobierno, el Partido y la Administración echaran una mano en esa dirección,  pero será un acuerdo que no va alcanzar ni de lejos las expectativas generadas en el colectivo, y que por supuesto no pivotara sobre la eliminación de las diferencias salariales, sino sobre una subida salarial en varios años y sin que el personal pueda visualizar las contrapartidas que deberán de abonar para el mismo (que se desarrollarán en grupos de trabajo durante la vigencia del acuerdo), por ejemplo modificaciones de fondo en la segunda actividad.

Además, no se puede perder de vista las garantías que pueda ofrecer el Gobierno a ese acuerdo, toda vez que la aritmética parlamentaria no le acompaña, y las triquiñuelas parlamentarias hace difícil las modificaciones de calado que exigen sus socios. No tener presupuestos debería de estar contemplado en cualquier tipo de acuerdo, y contemplar las pertinentes garantías frente a la falta de presupuesto.

El camino hacia la paz social en prisiones está abierto por la hegemonía a favor del mismo que representan UGT y Acaip, y la paz social no traerá soluciones a los déficits estructurales de la institución, y se habrá desaprovechado otra vez una posibilidad de cambiar prisiones, de que se avance en su modernización y en el reconocimiento de su plantilla, es la derrota de la movilización frente al sindicalismo de despacho.

¿Y los demás actores sindicales, tienen algo que decir en este contexto?

El más importante por el volumen de su representatividad y afiliación que es Csif, no está ni se le espera, es un sindicato de Gobierno y solo trabaja para desgastar al actual Gobierno y que regresen los “suyos” por lo tanto solo hará postureo también, como su famoso encierro organizado por la propia Subdirección de Personal con la anterior Administración.

Los de CCOO tienen las declaraciones más consistentes con las demandas del 11E y expresan su intención de pelearlas. Otra cosa es su musculo, que no tiene capacidad por si sola de generar movilización de envergadura en prisiones. Queda por ver si es capaz de aglutinar el descontento ante la vuelta a la "normalidad" y, sobre todo, si su papel de representatividad e institucional va a seguir al servicio de una mayoría sindical entregada electoralmente a UGT y su fusión con Acaip, y que obviamente esta dirigida principalmente contra ellos.

APFP después de 15 años de existencia como sindicato, sigue jugando a lo de del nuevo sindicato, con mucha literatura, pero ningún acto real, tratando de recoger los cabreados con las dinámicas institucionales y siendo un sindicato satélite de las decisiones que adopta Csif. No acaban de ubicarse en la realidad sindical, su estrategia les deja fuera permanentemente de los ámbitos de decisión y eso les hace innecesarios. Todo dependerá si son capaces de cambiar en su aproximación al mundo sindical.

Finalmente están los “antisistema” de prisiones sin presencia real en los centros, llegaron para regenerarlo todo y hoy están jugando a ser altavoces de los partidos de extrema derecha en las redes, sus posiciones extremistas  e infantiloides les sitúa fuera de toda posibilidad de intervención más allá de la pura retórica en redes de profesionales del cabreo.

Nos encontramos por tanto en una contradicción entre la necesidad de cambios estructurales y profundos en las relaciones laborales, en las condiciones de trabajo, en la estructura de la Administración Penitenciaria y las alternativas dominantes, las de lo políticamente correcto, que es construir la paz social sobre unos parches que acallen las exigencias actuales y desanimen al personal de iniciar otras nuevas.

En esa dialéctica entre movilización y paz social, la última palabra la tenemos las trabajadoras y los trabajadores de prisiones, si las demandas responden a necesidades reales tenemos la responsabilidad de movernos y exigir que se aborden, cada cual en su ámbito sindical (los delegados los elegimos los afiliados, no elijamos delegados dóciles al poder del sindicato, sino respetuosos al poder de los afiliados) y la respuesta debe sentirse en todos en los centros. Si no, todo quedara en abstractas y débiles reivindicaciones de mejoras sin necesidades de cambio reales, todo seguirá igual, con alguna limosna que posiblemente financiaremos nosotras a costa de amortizar plazas vacantes y por lo tanto precarizar más nuestro trabajo.

Nosotras decidimos si hay movilización o nos resignamos a que todo siga igual los próximos años bajo el imperio de la paz social

viernes, 20 de julio de 2018

LOS MAGOS DE ORIENTE TAMPOCO LLEGAN EL 24 DE JULIO A PRISIONES


Recientemente una parte de las organizaciones sindicales que operan en el ámbito de Instituciones Penitenciarias se han reunido con el Ministro del Interior, Grande-Marlaska, dentro de las reuniones que desde el nuevo equipo Ministerial se están efectuando con las diferentes organizaciones de todos los departamentos del Ministerio

Lo que era, y fue, un encuentro de carácter protocolario y buenas formas (se echaban de menos ante las ultramontanas de la anterior Administración) dentro de las relaciones laborales ante un cambio de equipo de gestores, para ciertos sectores del colectivo laboral penitenciario se aprovecho para presentarlo como un hito en el camino a conseguir las reivindicaciones y  por las que nos hemos movilizado y, otras por las que no nos hemos movilizado y que presentan como objetivos de máximos inexcusables

Es a actuación no es en absoluto nada inocente o fruto del infantilismo y falta de contacto con la realidad de las relaciones laborales que se puedan padecer entre nosotros, al contrario, responde a una estrategia de extender la frustración y el desarraigo hacia lo sindical entre las plantillas, se generan expectativas, emocionales, utópicas, maximalistas, sin ningún criterio económico, político o técnico que obviamente no van a tener la respuesta a les demanda generada artificialmente y permitirá otra nueva campaña anti-sindical, anti-institucional y anti-sistema de un populismo de extremistas de derecha.

De los que se conoce, mas allá de la propaganda que cada organización sindical pone en sus comunicaciones, de la reunión con el Ministro, hay bastantes claroscuros, como no podía esperarse de otro modo.

Parece ser que tienen conciencia de que sin personal penitenciario no puede haber servicio público en prisiones y que tampoco puede haber cumplimiento del mandato Constitucional de la reinserción, por lo que es de esperar un esfuerzo en ese campo del empleo público (un sindicato se atrevió a poner una cifra, y evidencio su ridículo al subirla por encima la Administración el planteamiento), que seguramente no alcance, de un primer impulso el déficit estructural existente (3400 plazas) y que esperemos afronte con seriedad abordar la perspectiva de una salida masiva de personal en los próximos años por la vía de jubilaciones.

En cuanto a la organización y la estructura para llevar a cabo su proyecto de modelo penitenciario se muestran claramente conservadores, pocos cambios y muy despacio, ajustes estéticos, como el de la Inspección Penitenciaria cambiando su nombre, pero poco más. Realmente frustrante cuando hay direcciones que además de reinos de Taifas, son paradigmas de la negligencia y del más puro estilo de tiranía oriental en las relaciones laborales.

En la cuestión que más nos ocupa y preocupa a todas, la retributiva, el corsé está demasiado apretado por la coyuntura, interna, externa y de relaciones interministeriales, eso sí buenas palabras de reconocimiento y buena voluntad se manifestaron, pero claro conceptos como mejora, son demasiado etéreos y volátiles como para configurar un punto de optimismo racional. En ese sentido parece una buena iniciativa la de la Plataforma de Acaip, CCO y UGT de pedir que el 24 se les haga una contrapropuesta valorada económicamente a la que ellos han realizado. Toca esperar a conocer los márgenes presupuestarios en esta materia, que obviamente estará condicionada a los presupuestos de 2019, pero que es más que probable que no colme las expectativas ni de unos, ni de los otros, pero fundamentalmente de nosotras.

Como no puede ser de otro modo en el marco legal de negociación colectiva sustentado sobre la interlocución entre las partes sobre la base de la representatividad, el papel de las organizaciones sindicales es esencial.

La mayoría sindical, articulada en torno a la plataforma de CCOO, UGT y ACAIP han presentado una propuesta de negociación bastante sólida, en principio por dar respuesta a demandas para TODO EL COLECTIVO y por otra parte además de las líneas argumentales, por tener un sostén técnico muy elaborado. En su contra constan el hecho de que significa abordar un cambio conceptual del modelo retributivo en Instituciones Penitenciaras, objetivando lo que es común, y señalando lo que es particular, es decir igualar retributivamente cada categoría laboral, con independencia de la geografía donde se desempeñe, además de ser una opción moral y sindical virtuosa, ayudaría a eliminar ayudaría a eliminar la división del colectivo  y a evitar que se articulen más corporativismos internos artificialmente creando capas elitistas sin funcionalidad real diferenciada.  Donde generara las reticencias de la administración es en abordar los elementos diferenciadores de la actividad de esa categoría, lo primero por las dificultades de fijar los mismos, País Vasco, carga de trabajo, peligrosidad, riesgos, aislamiento geográfico, distancias, ectra. Siempre serán campos de batalla del sí o no, pero parece una apuesta atrevida y digna de ser discutida sin ruido de fondo.


El otro actor con capacidad de intervención en las mesas de negociación es Csif, esta organización mantiene una actuación sindical con el objetivo electoral del próximo año muy marcado en lo que hace. Ello explica que, tras incluir propuestas suyas en el acuerdo de la plataforma sindical, se bajara en marcha para abrazarse a la equiparación con Cataluña, luego con las autonomías y ahora con un referéndum.

Csif en IIPP es una organización que se viene caracterizando por presionar para incluir sus postulados, para posteriormente no firmar lo que ha construido con los demás, salvo su firma del protocolo contra Agresiones, son escasas las firmas de Csif a algo en Instituciones Penitenciarias.

Su propuesta de equiparación con Cataluña, es tan legítima como cualquier otra, además es más simple de explicar, no hay que documentar nada, simplemente manifestar que “yo quiero lo mismo que el de la mesa de al lado”, pero siendo cierto eso, no es menos cierto que tiene dudas algo más que razonables en su propuesta y a las que no puede responder con la ambigüedad y tópicos de consignas vacías como lo viene haciendo.

Tiene que explicar con todo lujo de detalles como afecta su propuesta a TODO EL PERSONAL DE PRISIONES, para que cada cual nos conformemos nuestra opinión desde la realidad. Es decir, tiene que decir con que personal de Cartaluña y como equipara al PERSONAL LABORAL, el personal laboral parece que es algo que Csif está dispuesto a sacrificar en la negociación. Lo mismo debe de hacer con el PERSONAL DE OFICINAS, e igualmente con los SANITARIOS, son elementos que debe esclarecer y que no puede mantener ocultos por estrategia electoral, porque todo este personal se merece el respeto de saber la verdad.

Partiendo de la idea de que ambas propuestas son igual de legítimas, es necesario que las dos no tienen igual valor negociador, insistir de nuevo que nuestro modelo de relaciones laborales se basa en criterios de representatividad de los agentes que negocian los acuerdos. Esa y ninguna otra es la legalidad vigente.

Csif se pasó al bando de la minoría cuando abandono voluntariamente el acuerdo del 11E, y tiene todo el derecho, pero no puede confundir a las plantillas, con el intento de ocultar que está en minoría con un pretendido referéndum vinculante entre las mismas, ese no es el marco legal existente, ellos pueden consultar a sus afiliados, a las plantillas para que opinen sobre lo que quieran, pero no pueden determinar la mesa de negociación con ningún referéndum, pues la mesa de negociación se articula con los criterios de la legalidad vigente, a los que son ajenos los referéndums para determinar la negociación de una mesa. Así lo hizo Csif, cuando firmo el protocolo de agresiones en la mesa de la Age, amparándose en contar con el apoyo de la mayoría de la mesa.

La MAYORIA SINDICAL lo es en función de la legalidad vigente, no en función de una proclama propagandística electoral, porque la representatividad reconocida desde la ultimas elecciones sindicales así lo dice y por ello es seguro que desde el Ministerio no se va a iniciar ningún movimiento que altere esa legalidad, y negociara de buena fe con la mayoría de la parte social y con su propuesta sobre la mesa, que es la que concita más apoyos. Con la participación de quienes no la comparten dentro de esa parte social, como no puede ser de otro modo.

Csif en su acelerón de campaña electoral probablemente se haya pasado de frenada y abandonar la mayoría le aísla a la hora de introducir propuestas, máxime con las políticas de hostigamiento y confrontación con esa mayoría sindical, su acercamiento hacia sectores más radicalizados y extremistas hace que dejen un hueco grande entre la centralidad y racionalidad mayoritaria en el colectivo, que no entiende por ejemplo que después de todo lo que ha pasado se pida el mantenimiento de directores y gestores de la sgip como punto central de sus demandas, le acabara pasando factura, como paso con el protocolo que protege a los mandos y no a los funcionarios.

Finalmente, de los datos que se han ido desgranando, parece ser que el 24 no hay que esperar especiales propuestas y que los tiempos de negociación que se manejan desde el Ministerio están orientados a acotar los espacios de negociación con el pretexto del parón vacacional y así poder forzar un punto de encuentro con poco tiempo para la respuesta, a una propuesta que tratará de parapetarse detrás de una buena oferta de empleo, pero que será manifiestamente insatisfactoria retributivamente.

De confirmarse esa hipótesis, lo razonable es que tanto la Mayoría Sindical como Csif avancen a las plantillas que movilizaciones y respuestas van a dar, partimos de la idea que no hemos abandonado nuestras demandas, que no tenemos agredidos, lesionados, detenidos para una respuesta de mínimos.

Estaría bien tratar de abandonar extremismos y tender puentes de encuentro entre los sindicatos, incluyendo, porque no, a los que no tienen la representatividad para negociar, aunque sean de mínimos, pero tampoco hay que dramatizar el asunto, hay una mayoría suficiente para negociar y sobre eso hay que hacer la pedagogía, intensificar la participación del colectivo y cohesionarnos para defender nuestras reivindicaciones.

Definitivamente cabe concluir que los Magos de Oriente no llegaran el 24 de Julio a prisiones, la magia la deberemos de poner el colectivo, con más presión, más rigor, y más cohesión reivindicativa y de movilización.

Porque no avanzar, siempre es retroceder, hay que dar pasos, aunque nos parezcan cortos