viernes, 25 de marzo de 2011

Puerto I, crónica de una muerte anunciada

Las últimas noticias que llegan a Puerto no pueden ser más intranquilizadoras, los sindicatos tratan de tranquilizarnos mientras ello juegan a cambiarse cromos con la Administración en la Mesa. Pero como no se puede mentir a muchos durante mucho tiempo, en sus propias y tranquilizadoras palabras germina la razón del verdadero destino que aguarda a Puerto I, su cierre.
De inicio no resulta políticamente muy correcto tener un penal para malos sólo de primer grado, eso no es posible si le tratamiento y la reinserción está funcionando a plena pastilla. No puede existir un San Quintín en el campo andaluz, así que ese manchón debe de corregirse.
Pero si además me dedico a la inauguración de pantanos, perdón, establecimientos penitenciarios, a troche y moche, para salir en las fotos al ritmo de “sin ti no soy nada”, muros huecos para los que no tienen la mano de obra que los haga operativos.
Y si acabamos echando al cocido la pasividad que hay entre el personal potenciada desde todos  los sindicatos que emplean su tiempo en el teatrillo de insultarse y en el comercio del conocimiento subvencionado.
Pues el resultado no puede ser otro, no engatusaran prometiendo nuestro regreso cuando nos saquen, para que no nos haga daño los vapores de la pintura del nuevo arcoíris penitenciario en Puerto I, y luego descubrirán que o que se les ha acabado la pintura o que los vapores son tan nocivos que mejor no volver, además total, con los de Puerto II llegara para atender un centro de segundo grado que puede ser todas las instalaciones y el resto repartido por ahí.
Nos prometen la vuelta los mismos que prometieron el nivel 18, firmaron el organigrama con la UGT, los que pondrían personal necesario, ectra, esos son lo que nos prometen abrir Puerto I después, eso si un cheque a pagar cuando ellos ya no estén.
Hay que ser muy iluso, bueno mejor dicho, demasiado buena persona ó estar muy agradecidos para comerse ese hueso. Puerto I tiene fecha caducidad, la han dicho, 2012.
No hay pero ciego que el que no quiere ver.

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